Ecos de los crímenes del nazismo: los esclavos del Tercer Reich

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Tras sus programas de exterminio en los campos de concentración, uno de los peores crímenes del Tercer Reich es el trabajo forzado a que sometieron a millones de personas traídas de todos los rincones de Europa y, en primer lugar, de la Unión Soviética.

Tras sus programas de exterminio en los campos de concentración, uno de los peores crímenes del Tercer Reich es el trabajo forzado a que sometieron a millones de personas traídas de todos los rincones de Europa y, en primer lugar, de la Unión Soviética.

A este hecho está dedicada la exposición “Trabajos forzados. Los alemanes, los campos de trabajo y la guerra”, organizada por historiadores alemanes y que abrió sus puertas el 22 de junio en el Museo Central de la Gran Guerra Patria.

Una soga para el obergruppenführer

La historia nunca registró una esclavización tan masiva de personas libres como la llevada a cabo por el nazismo. En la categoría de “ostarbeiter”, o trabajador venido del Este, entraron no solamente los prisioneros de guerra, muy abundantes en la primera etapa de la contienda, sino también la población civil, en grandes cantidades. Los nuevos amos tampoco le hicieron ascos al trabajo infantil, llegando en 1943 a rebajar la edad mínima para trabajar hasta los diez años. 

La mano de obra esclava era empleada en todas las ramas de la economía, desde la industria militar hasta los ferrocarriles, pasando por las faenas agrícolas. Este tipo de trabajo fue empleado por más de doscientas empresas alemanas, entre las cuales estaban las muy respetables y hoy conocidas Daimler-Benz, Deustche Bank, Siemens-Schuckertwerke, Volkswagen, etc...

La verdadera dimensión de esta brutal violación de los derechos humanos fue reflejada con claridad meridiana en los procesos de Nüremberg, cuyo tribunal condenó al comisario para la gestión de la mano de obra del Tercer Reich y líder del partido nazi en la región de Turingia, el  obergruppenführer (general) de las SS Ernst Friedrich Christoph “Fritz” Sauckel, a morir en la horca por la deportación forzada de trabajadores extranjeros.

El reconocimiento de la culpa

Sin embargo, tanto en Rusia como en Alemania se necesitó mucho más tiempo, decenios, para analizar a fondo lo sucedido. Como señaló uno de los organizadores de la exposición, el presidente de la Fundación “Recuerdo, responsabilidad y futuro”, Doctor Martin Zalm, la principal razón para tan largo proceso fue la Guerra Fría, que esclerotizó todo tipo de relaciones.

Por su parte, el director del museo, Vladimir Zabarovsky, valoró este proyecto, que se encuentra bajo el patronazgo directo del presidente de Alemania, como un paso importante en el desarrollo de las relaciones ruso-germanas. Y lo ve como un signo más de reconocimiento por parte de Alemania de su responsabilidad por el desencadenamiento de la más terrible guerra en la historia de la humanidad.

Según datos de que dispone el señor Zabarovsky, durante la guerra ocho millones setecientas mil personas abandonaron el territorio de la URSS, de las cuales sólo volvieron cinco millones setecientas mil. Unas setecientas mil se quedaron a vivir en Europa Occidental. Los demás perecieron.

El historiador alemán, Doctor Wagner, colaborador de la exposición, aporta el terrible dato de que unos veinte millones de personas se vieron envueltos en el trabajo forzado nazi. Trece millones de esclavos trabajaron para la economía del Tercer Reich en Alemania. Los demás lo hicieron en los territorios ocupados. Estos datos son nuevos, producto de las últimas investigaciones y están siendo todavía corroborados.

No todo es dinero en este asunto

El presidente de la Unión internacional de prisioneros menores de edad del nazismo y miembro de la Academia de Ciencias de Rusia, Nikolai Makhutov, ofreció la siguiente estadística general: la proporción de pérdidas humanas en combate entre los alemanes y los rusos fue de 10 a 13, los muertos en campos de concentración: de 10 a 70. Esta proporción se registró entre la población civil, siempre desfavorable a los rusos. En lo que respecta a los niños, las cifras se disparan y por cada 10 menores de edad alemanes que perdieron la vida durante el desarrollo de la conflagración, cayeron alrededor de 150 soviéticos. Estas son, evidentemente, cifras provisionales, y los historiadores todavía tienen mucho trabajo de análisis al respecto.

También habrá que profundizar en el tema del supuesto colaboracionismo, acusación por la cual, sobre todo tras la guerra, decenas de miles de personas en la URSS dieron con sus huesos en la prisión, fueron deportadas u obligadas a cumplir trabajos forzados.

El tema más candente es el del pago, por parte de Alemania, de las compensaciones a las víctimas. Supuestamente, esta aportación es única y voluntaria. No obstante, debido a las habituales trabas burocráticas que surgen en estos casos, parece que no va a cubrir a todos, y, en concreto, a los numerosísimos “ostarbeiter” de entre los prisioneros de guerra soviéticos.

Por lo que respecta a las otras categorías, por ejemplo, de 2001 al 2006 se envió dinero y ayuda humanitaria a más de un millón seiscientos mil supervivientes. Hoy, asegura el Doctor Zalm, las ayudas monetarias se han terminado, pero los proyectos humanitarios continúan.

Pero, a veces, lo importante no es el dinero. En una conferencia de prensa, una señora mayor, de 75 años, con lágrimas en los ojos suplicó a los científicos alemanes ayuda para encontrar la tumba de su padre que murió en cautiverio… hace ya 70 años, mucho tiempo, pero hay heridas que nunca se cicatrizan.  
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE OBLIGATORIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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