En Rusia hay mucho nacionalismo, y nadie sabe por qué

© RIA Novosti . Sergei KirkachArmando Pérez
Armando Pérez - Sputnik Mundo
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Desde la semana pasada la policía antidisturbios OMON se encuentra en régimen de alerta permanente para impedir disturbios y desórdenes en Moscú, San Petersburgo y otras ciudades de la Rusia profunda convocados por nacionalistas, síntoma que la sociedad rusa padece una grave enfermedad.

Desde la semana pasada la policía antidisturbios OMON se encuentra en régimen de alerta permanente para impedir disturbios y desórdenes en Moscú, San Petersburgo y otras ciudades de la Rusia profunda convocados por nacionalistas, síntoma que la sociedad rusa padece una grave enfermedad.

El flagelo del odio étnico estalló con especial virulencia el pasado 11 de noviembre en la Plaza Maniesh, a lado de las murallas del Kremlin, cuando varios miles de revoltosos provocaron violentos desórdenes atacando a policías y agrediendo indistintamente a la población civil.

Cubiertos con bufandas y clamando venganza, los manifestantes rompieron cristales de comercios y volvieron añicos los adornos y luces de un árbol instalado en el centro de la Plaza con motivo de las próximas fiestas de Año Nuevo.

Medios de prensa moscovitas destacaron cómo en la misma plaza, una  muchedumbre enardecida atacó a un grupo de cuatro o cinco jóvenes que se atrincheraron detrás de los “omones” y una ambulancia.

La policía contuvo a la muchedumbre enfurecida que incluso arremetió contra los agentes, y los chicos desquiciados por  el pánico, se arrojaron al suelo buscado protección bajo la ambulancia.

Las fotografías de los muchachos, de entre 14 y 16 años causaron una profunda impresión en la opinión pública rusa desconcertada ante el cuadro salvaje de una muchedumbre de rusos intentando linchar a adolescentes también rusos a la vista de todos, y en el mismo corazón de Moscú.

Posteriormente, la muchedumbre desbordada emprendió una feroz agresión indiscriminada de transeúntes en las calles, plazas y el metro dispersando su furia por los barrios periféricos sembrando el miedo hasta el amanecer.

Como estableció posteriormente la policía, durante esa bacanal de violencia fue asesinado a navajazos a por lo menos un emigrante tayiko y varias personas resultaron heridas con arma blanca.
El resto de muertes violentas ocurridas esa noche en la capital rusa, fueron catalogadas como acontecimientos aislados e independientes del brote de odio étnico desatado en la Plaza Maniezh.

Según la versión más difundida, en la plaza acudieron hinchas de un club de fútbol para expresar su protesta porque tras su detención, las autoridades liberaron a los presuntos responsables e implicados de una  pelea callejera en la que fue asesinado otro hincha del mismo club.

Aunque se trató de un evidente incidente doméstico entre ciudadanos rusos, la tensión creció de forma desproporcionada sólo porque el muerto era un ruso eslavo, y los supuestos agresores eran también rusos pero oriundos de las provincias del Cáucaso, circunstancia que para muchas personas en Rusia, supone  una barrera insuperable.

A medida que Rusia se desprende de su pasado totalitario y avanza en el fortalecimiento de sus instituciones democráticas, la intolerancia entre las nacionalidades que habitan en este enorme país se convierte en un lastre que inmoviliza, corroe y desmorona la sociedad rusa especialmente a su segmento más vulnerable, su nueva generación.

Porque como constató después la policía, además de los hinchas del club Spartak, en Maniezh también llegaron militantes de varias organizaciones nacionalistas radicales de derecha e izquierda que actualmente pululan como setas en el bosque político de la nueva Rusia.

 La gran mayoría de esos militantes, son chicos y chicas de entre 13 y 18 años, que se destacan por su fanatismo y lealtad a las consignas que enarbolan sus guías políticos y que cuatro días después el pasado día 15, intentaron repetir la protesta en otros lugares clave en Moscú, San Petersburgo y otras ciudades como Rostov del Don, Nizhni Novgorod.     

Afortunadamente para esa ocasión la fuerza pública se preparó adecuadamente, evitó desórdenes, pero quedó boquiabierta ante las dimensiones del nuevo  extremismo juvenil.

Según datos oficiales, sólo en Moscú la policía detuvo más de mil personas y decomisó cuchillos, pistolas incapacitantes, garrotes, cadenas, y hasta destornilladores improvisados como armas punzantes.

Una buena parte de los potenciales revoltosos resultaron menores de edad de ambos sexos que acudieron obedientes a convocatorias difundidas por Internet, telefonía móvil e incluso algunos medios de prensa que informaron sobre supuestas marchas de caravana con autobuses llenos de caucasianos armados hacia Moscú y otras ciudades.

En una reunión con el presidente ruso, Dmitri Medvédev, la semana pasada, el ministro ruso del Interior informó que entre los organizadores de los disturbios en Maniezh figuran menores de edad de entre 14 y 16 años y que uno de ellos, está implicado en el asesinato del tayiko, ultimado a cuchilladas.

Según la prensa, parte de las convocatorias a las manifestaciones partieron de la Alianza Nacional Democrática (AND) un movimiento político creado tras un congreso constituyente celebrado en Moscú el pasado mes de marzo.

Autodenominada como organización nacionalista de “tipo europeo”, entre los objetivos del AND figura la restricción de la emigración a Rusia desde el Cáucaso, Asia y África, legalizar la tenencia de armas de fuego y estrechar la cooperación entre Rusia, la Unión Europea y la OTAN.

En la reunión el líder del Kremlin y sus ministros acordaron luchar de la forma más enérgica y contundente contra los síntomas de la situación, es decir, impedir más desórdenes.

Además, el Servicio Federal de Seguridad deberá de participar en este trabajo neutralizando a tiempo a los instigadores, lo que la oposición interpretó como una ofensiva del gobierno contra las libertades democráticas del país.

Al explicar las razones del odio étnico que respira parte de la juventud eslava y no eslava de Rusia, los expertos destacan, el deterioro del sistema educativo, la decadencia moral de la misma sociedad, el libertinaje de los medios de información, la desmedida propaganda a la violencia, el bajo nivel de vida, el desempleo y otras circunstancias, no menos graves.

Como la corrupción que vulnera todos los estamentos de las entidades públicas, en alianza con las mafias étnicas con tentáculos simultáneos en muchas regiones del país.

Políticos avezados responsabilizaron de lo ocurrido a la oposición liberal prooccidental promotores de la llamada “estrategia 31” un movimiento para una interpretación sin restricciones del artículo 31 de la Constitución de Rusia sobre la libertad de reunión.

 Sectores optimistas resaltan que el flagelo nacionalista en realidad afecta a una minoría de la sociedad rusa porque la gran mayoría, son tolerantes y viven en paz y armonía con el resto de los rusos independientemente de su procedencia étnica.

Al justificar su tesis, esos optimistas explican que en Maniezh acudió al máximo 10.000 personas que en comparación a la población de todo Moscú y de Rusia,  en realidad son cuatro gatos.

El resto de la población rusa permaneció en casa sin interesarse en odios revanchas y cosas por el estilo ajenas a las reconocidas tradiciones de amistad, hospitalidad y calor humano que caracterizan a todos los pueblos que habitan, Rusia desde Kaliningrado hasta Vladivostok.
 
Y no obstante,  los pesimistas alertan que  las concentraciones de esos “cuatro gatos” reunidos en Maniezh  puede tener repercusiones impredecibles, sobre todo si se recuerdan los acontecimientos ocurridos en Moscú en agosto de 1991.

En comparación con la población de Moscú, Rusia y toda la Unión Soviética, otra minoría de “gatos” afortunadamente marcó el proceso que llevó a Rusia a su nueva vida como país independiente y democrático y también para el resto de países de actual espacio postsoviético.

El problema es que en está ocasión, nadie sabe qué proceso puede desatar en Rusia una explosión revolucionaria abanderada por nacionalistas que apenas tiene uso de razón.

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