Las razones concretas para el acercamiento entre Rusia y la OTAN

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El año 2010 quedó marcado por arduas discusiones en torno a la posible adhesión de Rusia a la OTAN.

El año 2010 quedó marcado por arduas discusiones en torno a la posible adhesión de Rusia a la OTAN.

Algunos expertos o ex políticos occidentales se pronunciaron a favor de  la propuesta en la prensa. El llamado “grupo de sabios” de la OTAN, encabezado por la ex secretaria de Estado de EEUU Madeleine Albright, en sus recomendaciones preliminares a la redacción el nuevo concepto estratégico del alianza, consideró la posibilidad de invitar a Rusia.

Al mismo tiempo, en Rusia la integración la consideran ya no sólo liberales pro-occidentales, sino las autoridades también. Tras la cumbre en Lisboa destacada por su atmósfera favorable para Rusia, dos funcionarios de alto rango admitieron la probabilidad de que Rusia llegue a ser miembro de la OTAN: Vladislav Surkov, jefe adjunto del Gabinete de la Presidencia de Rusia,  y Alexandr Kramarenko, director del departamento de planificación del Ministerio ruso de Asuntos Exteriores. ¿Qué significará esto?

El hecho de que se discuta esta posibilidad de muestra que todo ha cambiado. La alianza sobrevivió su época y no tiene objetivos nuevos. La OTAN no pudo asumir el papel del gendarme mundial, y en cuanto a su zona de responsabilidad inicial, Europa, en materia de seguridad allí el único problema real que queda es la regulación definitiva de sus relaciones con Moscú.

Para resolver esta situación hace falta superar la fuerte inercia en las posturas de ambas partes. En este caso, la existencia de la OTAN como de una organización regional adquiriría un nuevo sentido.

Rusia se aleja poco a poco de la percepción del Occidente como su amenaza principal. Las relaciones entre Rusia y la OTAN conservan huellas del pasado, que persistieron durante mucho tiempo, pero que ya son inoportunas que para el mundo contemporáneo  centrado más en otra parte del mundo, que es Asia.

Lo que está pasando en la península coreana es sólo un preludio. La tensión principal se desencadena en las relaciones entre China y EEUU, y eso parece lógico. Para Rusia el resultado de esta confrontación es de importancia vital, ya que no puede conformarse con el papel del objeto de especulaciones en relaciones entre Washington y Pekín.

Desde esta óptica, el acercamiento institucional entre Rusia y la OTAN tendría dos caras. Primero, es la inclinación de Rusia hacia una organización y zona geográfica cuyo papel a nivel global está disminuyendo. Segundo, es un cambio considerable en relaciones con China, porque Pekín percibirá la unión entre Rusia y la OTAN como una coalición contra China, diga lo que diga Moscú para justificarlo.

Así China se encontrará en la misma situación en la cual estuvo Rusia durante las discusiones en torno a la integración de Ucrania en la OTAN. Más aún, de ser así, el escudo antimisiles discutido en la última cumbre, seguramente, estará dirigido contra China.

Sólo un gran provecho garantizado puede justificar el riesgo de agravar las relaciones con un vecino enorme que está aumentando su influencia mundial. Sin embargo es difícil que la OTAN se comprometa a garantizar seguridad a Rusia, sea en sus fronteras orientales o sureñas.

Hay que decir que en el hipotético caso del ingreso en la OTAN, Rusia no va a aprovecharse de la seguridad, sino va a servir de garante de esta, como son ahora EEUU para los demás aliados. Ahora parece increíble, sobre todo a la luz de la actitud hacia Rusia de algunos de los nuevos miembros del  bloque. Pero en los últimos 20 años vimos demasiados eventos increíbles.

Las agrupaciones político-militares del siglo XXI serán, por lo visto, bien diferentes de las del siglo XX. Fue un siglo de ideologías, y por lo tato, de bloques formados sobre una base ideológica y de valores común. En el curso de los próximos decenios la seguridad, por lo visto, será determinada no por alianzas permanentes, como la OTAN, sino por agrupaciones provisionales, destinadas a resolver tareas concretas. Las palabras de Donald Rumsfeld de que “la misión es lo que determina a la coalición” resultaron mucho más duraderas que su propia carrera política.

¿Resulta razonable, entonces, asumir compromisos adicionales con el fin de adherirse a una alianza de manera formal? Limitará, seguramente, las posibilidades de responder a retos inesperados, que, sin duda alguna, no dejarán de aparecer.

Si la cuestión del ingreso de Rusia en la OTAN hubiera sido vista hace 10 o 15 años, habría tenido más sentido. En aquel entonces la OTAN fue el líder indiscutible en el campo de seguridad, Rusia estuvo dispuesta a reducir su propio papel y China no fue vista como un factor determinante. Pero en aquel entonces nadie lo consideró. Hoy, mientras tanto, la situación ha cambiado drásticamente.

Sí que es prescindible superar la competencia, en gran parte virtual,  entre Rusia y la OTAN y en primer lugar, para dejar de gastar tiempo y fuerzas en conflictos inexistentes, pertenecientes a otra época.

Además, estimulará el crecimiento económico quitando el recelo injustificado de las relaciones comerciales. Pero no tiene casi nada que ver con la seguridad en el siglo XXI, que tenemos que discutir en otros formatos. Se trata, en primer lugar, de un triangulo, formado por Rusia, China y EEUU.

A pesar de practicar diferentes aproximaciones y tener intereses distintos, los tres países poseen un peso estratégico, necesario para resolver los problemas de las regiones de Eurasia Central, Extremo Oriente y la región Asia-Pacífico. Es poco probable que los aliados europeos de EEUU participen en acciones de mayor importancia lejos de Europa después de la campaña de Afganistán.

El papel de Rusia todavía queda por determinar, probablemente, a tientas. Pero la OTAN con su ideología del siglo pasado y capacidades limitadas no le servirá de apoyo en esta tarea, más bien al revés.

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* Fiodor Lukiánov, es director de la revista “Rusia en la política global”, una prestigiosa publicación rusa que difunde opiniones de expertos sobre la política exterior de Rusia y el desarrollo global. Es autor de comentarios sobre temas internacionales de actualidad y colabora con varios medios noticiosos de Estados Unidos, Europa y China. Es miembro del Consejo de Política Exterior y Defensa y del Consejo Presidencial de Derechos Humanos y Sociedad Civil de Rusia. Lukiánov se graduó en la Universidad Estatal de Moscú.



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