El escándalo del espionaje y el punto final a una época

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Dmitri Bábich, RIA Novosti

Todo parece indicar que el asunto de los espías entre Rusia y EEUU está a punto de darse por concluido.

Los periodistas y bloggers de varios países han escrito miles de páginas ridiculizando las aventuras de los supuestos agentes secretos rusos que presuntamente se dedicaban a enviar cartas escritas con tinta invisible en el siglo de Internet y a enterrar bolsas llenas de dinero en la época de transferencias bancarias.

Por lo visto, uno de los espías, Mijaíl Semenkó, incluso leyó en voz alta el mensaje secreto que estaba enviando a Moscú,  momento en el que fue sorprendido por el FBI.

Lo cierto es que todo esto no tiene nada que ver con las tramas de las novelas de John Le Carré, con sus agentes superprofesionales y situaciones límite; sino, más bien, una obra de William Shakespeare, donde el malvado suele pensar en voz alta para anunciar sus actos.

La reacción de los analistas rusos y occidentales a estos hechos ha sido diversa.

Recién estallado el escándalo, un periodista de la revista británica The Economist, Edward Lucas, comentó que los presuntos agentes rusos representaban una seria amenaza para la comunidad occidental. Se mostró especialmente preocupado por su posible infiltración en los centros neurálgicos estadounidenses. Por lo visto, Mr. Lucas ha olvidado que las actividades de estos organismos deben ser transparentes y abiertas al público.

Por su parte, la periodista del diario estadounidense The Washington Post, Anne Applebaum, se plantea la cuestión de una forma más lógica: "¿No entiendo el motivo por el cual el gobierno ruso gasta su tiempo y dinero en formar y mantener a un topo que, en un futuro, posiblemente se va a dedicar a recabar rumores, es decir, informaciones disponibles en las páginas web de decenas de organizaciones, cuyos blogs y artículos pueden leerse sentados cómodamente en Moscú?"

"La KGB no cree en una libre circulación de información. Siempre ha creído que la así llamada prensa libre ha sido un instrumento de explotadores capitalistas", afirma Applebaum. Según la analista, la falta de confianza en los medios de información provocó que los agentes rusos hicieran intentos de acceder a información confidencial, por ejemplo, estableciendo contactos con fuentes cercanas al reducido círculo de amigos de los Clinton, etc.

Es cierto que algunos medios de información no son del todo fiables. Por ejemplo, los hay que durante los últimos quince años no cesan de divulgar noticias sobre el renacimiento de los planes imperialistas de Rusia en el espacio postsoviético: especulan sobre una posible invasión a Crimea, sobre la mano de Moscú en los recientes acontecimientos en Kirguizistán, etc...

Desgraciadamente, también existen analistas en Rusia de este perfil. Centros de investigaciones estratégicas que frecuentemente tan sólo cuentan con un par de expertos y sus secretarias, se dedican a publicar análisis sobre la necesidad de crear supuestas alianzas antiestadounidenses entre Rusia y China, sobre los perversos planes de EEUU orientados a desgajar Siberia de Rusia y otros asuntos por el estilo nacidos de la teoría de la conspiración.

Parece mentira, pero hay personas e instituciones interesadas en financiar todas estas investigaciones, y en darles a tales analistas las tribunas y el espacio que necesitan para celebrar sus ruedas de prensa y publicar sus materiales.

El anacronismo de esta forma de ver las cosas y el mundo actual no es menos evidente que el anacronismo de las bolsas con dinero enterradas.

Es decir, no sólo el espionaje ruso-estadounidense está ya fuera de lugar sino que también lo está todo el entramado político que lo apoya. Afortunadamente, este status quo está viviendo sus últimos días y este último affaire de los espías en EEUU podría ser su canto del cisne.

El relanzamiento de las relaciones entre Rusia y EEUU ayudó a salvarlas, a pesar del escándalo. Hoy en día, toda la cadena de acontecimientos ha salido a la luz pública. Resulta que Barack Obama fue informado sobre el descubrimiento de una red de espías rusos unas semanas antes de su detención y expidió la orden de su arresto tras marcharse el presidente ruso, Dmitri A. Medvédev.

Washington pasó los materiales de acusación al Servicio de Inteligencia Exterior de Rusia. El Ministerio ruso de Asuntos Exteriores ha preferido no levantar más ampollas de las necesarias y ha reconocido que los detenidos eran ciudadanos rusos. Luego, ambos gobiernos encontraron una fórmula de compromiso y realizaron el canje de espías en un aeropuerto de Viena. Es un estilo de trabajo abierto y políticamente correcto.

A juzgar por todo, la Administración de Barack Obama cree que Rusia no representa una amenaza ni para EEUU, ni para sus vecinos. Sólo el presidente de Georgia, Mijaíl Saakashvili debería cuidarse de Moscú, en caso de lanzar una nueva ofensiva.

Al darse cuenta de esto, Washington ha eliminado con extrema sutileza un grupo de agentes secretos rusos presuntamente considerándolos como un fenómeno residual de la presidencia de George W. Bush. Es que los espías rusos empezaron a infiltrarse en EEUU ya en la época de aquel presidente del que era necesario no quitar los ojos de encima.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE OBLIGATORIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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