Lo que está pasando en torno a Kosovo tiene implicaciones más bien simbólicas para EEUU y Rusia, pero importancia inmediata para Europa. Ésta necesita demostrar que es capaz de civilizar a una provincia atrasada e intranquila, de población mayoritariamente musulmana además, e incorporarla a su proyecto integracionista. Será una especie de test para la ideología de la UE.
Para Washington, la independencia kosovar es un testimonio de lo exitosa que es su estrategia de "exportación de la democracia". El hecho puede reconfortar a EEUU a la luz de los grandes problemas que afronta en Afganistán e Iraq, dos países en que la estrategia en cuestión no ha funcionado.
En el caso de Moscú, el tema de Kosovo es un pretexto más para demostrar que Rusia se ha levantado de rodillas y hay que tomarla en cuenta. Movilizar la opinión pública que simpatiza con Serbia por razones históricamente comprensibles y, en parte, justificadas en plano moral, resulta también muy apropiado ante la proximidad de las elecciones presidenciales pero es poco creíble que al Kremlin realmente le interese la escalada de tensión en una zona que en el futuro estará atravesada por las tuberías del proyecto South Stream.
En cuanto a la Unión Europea, el asunto parece más complejo. La situación configurada en Kosovo les afecta a los europeos en grado mayor que a EEUU o a Rusia. Europa recuerda su propia debilidad vergonzosa de la década del 90, en la que el desenlace de los conflictos en Bosnia, Croacia y Kosovo fue determinado por caudillos locales, por un lado, y Estados Unidos, por otro.
De momento, la UE es incapaz de dorarle la píldora a Serbia. El prometido ingreso en la UE es una perspectiva demasiado remota y borrosa aunque las recientes elecciones presidenciales han demostrado que al menos la mitad de los serbios creen, a pesar de todo, en el futuro europeo de su nación.
Pero lo más importante, tal vez, es que en Europa hay suficientes Estados que tienen problemas con las regiones pobladas por minorías étnicas - Bélgica, España, Rumania o Eslovaquia - y la independencia de Kosovo en este contexto es un ejemplo alentador para todos los autonomistas y separatistas europeos.
Los albano-kosovares quieren construir un Estado-nación mientras que la UE procura demostrar a la larga que las aspiraciones nacionalistas pueden realizarse en el marco de un proyecto común europeo, y que los valores como libertad, paz y unidad son capaces de imponerse sobre un nacionalismo exacerbado.
Los Balcanes representan para los europeos un polígono excelente pero extremadamente difícil. La integración de esta zona, Kosovo y Serbia incluidas, podría en cierto sentido transformarse en una cuestión de vida o muerte para Europa.
