Moscú ya recibió de Washington el máximo que podía. Vedomosti

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Da la impresión de que Rusia ya recibió de EEUU el máximo que podía y hoy procura simplemente preservar este resultado, opina Dmitri Trenin, director del Centro Carnegie de Moscú. La próxima visita de Barack Obama a Rusia, señala este politólogo en un artículo publicado en Vedomosti, genera muy pocas expectativas.

Tres planteamientos son decisivos para Rusia en su relación con EEUU: el deseo de proteger el traspatio, o sea, el espacio postsoviético; el rechazo al despliegue de sistemas antimisiles cerca de las fronteras rusas y los esfuerzos por hacerse respetar en calidad de gran potencia. El conflicto en torno a estos asuntos hizo que la relación entre Moscú y Washington, en agosto y septiembre de 2008, retrocediera a los tiempos de Guerra Fría.

La situación se arregló milagrosamente para Moscú gracias a la crisis global y la llegada del equipo demócrata, con Barack Obama al frente, a la Casa Blanca. Los problemas no desaparecieron pero sí de repente perdieron actualidad. Es más: Rusia y EEUU reanudaron negociaciones reales sobre armas estratégicas ofensivas, tras un receso de quince años. Apoyándose en el objeto de este diálogo, misiles nucleares, Moscú volvió a mirar de frente a Washington dando a entender que es peligroso y, por tanto, imposible faltar el respeto a una potencia así.

Obama se dirige a Moscú principalmente para recabar su apoyo de cara a Irán y Afganistán pero los recursos de Rusia no son ilimitados y difícilmente resultarán decisivos para el éxito de la diplomacia estadounidense. Por su parte, el Kremlin procurará refrendar las posiciones en lo concerniente a Georgia, la ampliación de la OTAN y los sistemas antimisiles en Polonia y República Checa. En los pasillos, como si no hubieran pasado las últimas seis décadas, se habla de un canje geopolítico: Irán por Ucrania, Kosovo por Abjasia y Osetia del Sur, y así por el estilo.

El único acuerdo real en la próxima cumbre ruso-estadounidense será, tal vez, el que perfile las características de un nuevo tratado sobre las armas estratégicas ofensivas, en sustitución del START-1 que vence en diciembre próximo. Será un resultado loable pero insuficiente. Reglamentar el antagonismo militar estratégico entre Rusia y EEUU, ahora que ya no existe una confrontación política e ideológica, no basta para sacar las relaciones bilaterales del callejón en que se vieron hace 60 años. Se necesita un avance radical, por ejemplo, un acuerdo de principios para crear en Europa un sistema conjunto de defensa antimisil. La actual falta de confianza recíproca ha de ser un argumento a favor, no en contra de la cooperación en esta materia sensible. Washington debería persuadir a estrategas rusos de que en realidad no tiene una "agenda secreta" cuyo punto único es destruir a Rusia.

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