Un voto generalizado de confianza hacia el líder de la nación - concepto que habían presentado y explotado activamente tanto el partido oficialista Rusia Unida como el propio Vladímir Putin - surtió efecto durante la campaña electoral. Muchos rusos que votaron el domingo a favor de Putin quedarán seguramente sorprendidos al no encontrarle entre los diputados de la nueva Duma de Estado, la Cámara baja del Parlamento federal.
La celebración de un referéndum auténtico no era posible por muchas razones. La legislación prohíbe convocar consultas populares en el último año de la legislatura o del mandato presidencial, así como en el transcurso de la campaña de elecciones generales. También se habrían planteado problemas con la cuestión sometida a la votación. La Constitución rusa en vigor no contempla la figura del "líder de la nación", y aunque los juristas hubieran pulido la fórmula, habría sido necesario explicar que aquélla no significa una prórroga del mandato presidencial, ni la introducción de un nuevo cargo público, ni tampoco un intento de salvaguardar la salud y la seguridad de los ciudadanos frente a una amenaza obvia por parte de ciertas fuerzas hostiles.
Toda pregunta sometida a referéndum ha de formularse de una manera que excluya la posibilidad de interpretaciones ambiguas o consecuencias inciertas en plano legal. El propio presidente, al confesar que no ha decidido aún "en qué forma" controlará la ejecución de las "decisiones trazadas", admite que los efectos legales son inciertos. Y, como veremos en breve, habrá interpretaciones variadas del escrutinio electoral.
Con todo, la incertidumbre no será un obstáculo. El objetivo del supuesto referéndum ha sido, en realidad, recabar el consentimiento de la ciudadanía a cualquier actuación del "líder de la nación", siempre y cuando se trate de Vladímir Putin. El voto de confianza emitido por la población es un argumento que el régimen usará sin restricciones algunas.
