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Tragedia de Uliánovskaya: ¿Sabotaje o factor humano? Vedomosti

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El sistema de control sobre la concentración del grisú en la mina rusa Uliánovskaya, donde una explosión causó 108 muertos el pasado 19 de marzo, había sido desactivado para que los trabajadores pudieran rendir y cobrar más sin molestarse ante cada alarma. Podríamos definir lo sucedido como "sabotaje", siguiendo al gobernador regional Amán Tuléiev, o como simple "factor humano" porque no se trata de un caso excepcional, aunque sí lo es el número de las víctimas provocadas por la tragedia de Uliánovskaya, la mayor que ha ocurrido en los últimos 75 años en la industria minera de Rusia.

 

En tiempos de la Unión Soviética se daba por sentado que un acto subversivo o de sabotaje tiene por objetivo debilitar al Estado. El Código Penal en vigor también menciona el delito de "subversión". Las denuncias de "sabotaje" y "actos subversivos" en Rusia se han vuelto muy recurrentes últimamente. La acusación de sabotaje se lanzó, por ejemplo, contra Hacienda, por no haber aprobado a tiempo el nuevo sello de accisa para licores. También se habló de "acción planificada" cuando en varias regiones rusas se registraron numerosos casos de intoxicación a causa del vodka adulterado.

El "sabotaje" en Uliánovskaya es de otra naturaleza. Podríamos decir que es típico para la fase inicial del capitalismo. La patronal tiene escaso interés por la mejora de condiciones laborales, y a los trabajadores tampoco les interesa acatar las normativas de seguridad: los sensores de control obligan a parar el trabajo con demasiada frecuencia, baja el rendimiento y, con él, las ganancias de la empresa y el sueldo de los mineros. Que del buen trabajo de los sensores depende también la vida de mucha gente, es algo que se abstrae como argumento inoportuno.

Rusia sigue siendo un país de la mano de obra barata. Los sueldos son bajos, al igual que los gastos relacionados con la técnica de seguridad o compensaciones sociales. El sistema del seguro, que en principio podría disciplinar a la patronal y a los trabajadores, está prácticamente ausente. Alrededor de 190.000 rusos mueren cada año a causa del trabajo en industrias de carácter peligroso o nocivo, y otros 15.000 son víctimas de accidentes laborales, según la información de Dmitri Medvédev, vicepresidente primero del Gobierno.

En una economía normal, la mejora de las condiciones laborales se traduce en un mayor rendimiento y contribuye a prolongar la edad activa del trabajador. Con muy pocas excepciones, las empresas rusas no ven que haya una relación directa entre la protección laboral y el rendimiento. Es más: muchas veces creen que es una relación a la inversa.

¿Cabría explicarlo todo por un capitalismo salvaje? ¿Encuadra en el concepto de sabotaje la supresión de antiguos privilegios sociales, sustituidos por algunas compensaciones en metálico? ¿O la inexistencia de un sistema eficaz que proporcione fármacos baratos a los grupos más desprotegidos de la población? ¿O las polémicas reformas del autogobierno local y del sector de servicios municipales? ¿O la renuencia generalizada de usar el cinturón de seguridad en el coche? Son manifestaciones muy variadas de un mismo fenómeno: el desprecio hacia el valor de la vida humana, la esperanza de salvarse por un milagro y la apuesta por las llamadas razones pragmáticas.

 

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