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A TRAVÉS DE LA COOPERACIÓN RUSIA - UE, HACIA UNA EUROPA ÚNICA Y LAS NUEVAS POSIBILIDADES PARA TODOS LOS EUROPEOS

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Artículo del Presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin, publicado en varios países miembros de la UE en vísperas de la cumbre Rusia-UE en Helsinki

 

En vísperas de la nueva reunión en la cumbre, que va a celebrarse el 24 de noviembre en Helsinki, quisiera impartir mis valoraciones de las relaciones Rusia - Unión Europea, deteniéndome, en primer lugar, en las cuestiones estratégicas.

Rusia por su espíritu y sus tradiciones históricas y culturales forma parte integrante de la "familia europea". No nos planteamos la tarea de unirnos a la Unión Europea. Pero al pensar en las perspectivas a largo plazo de nuestras relaciones, no vislumbro campos  que estén "cerrados" para edificar un partenariado estratégico basado en la igualdad de derechos, en las aspiraciones y los valores universales.

Al referirse a tales valores, no se puede hacer caso omiso a la diversidad de la civilización europea, formada a lo largo de la Historia. Sería inútil y erróneo imponer aquí unos estándares artificiales "medios". Quiero recalcar: apreciamos la experiencia acumulada por otros Estados, pero también Rusia, como un país con una Historia de más de mil años, tiene qué ofrecer a otros países de Europa, entre ello una experiencia única de coexistencia entre diferentes confesiones y etnias, que se enriquecen mutuamente.

Durante los últimos años, la Unión Europea y Rusia llegaron a ser importantes consocios políticos y económicos. Al propio tiempo, nos atenemos estrictamente al principio de que esta cooperación no debe oponerse artificialmente a las relaciones que mantenemos con otros Estados y regiones. Estoy convencido de que tal enfoque responde a los intereses de todo el mundo, incluida la Unión Europea.

Nuestras relaciones mutuas adquieren un carácter maduro y bien estructurado. Se desarrolla a ritmo acelerado la cooperación ramal. Se mantiene un enérgico diálogo en materia de Justicia y asuntos interiores. Se amplían los contactos científicos, culturales y humanitarios. Además, todos estos procesos se operan de modo reglamentado y sistematizado, en el marco de la formación de cuatro espacios comunes: el económico; el de la libertad, la seguridad y la justicia; el de la seguridad exterior y el de la ciencia y la educación, incluidos los aspectos culturales.

Tenemos enfoques afines de los problemas de seguridad internacional. Rusia y la UE se manifiestan por fortalecer los regímenes universales, en primer lugar, el de no proliferación. Pese a todas las divergencias tácticas que tenemos, nos une la aspiración a encontrar un justo arreglo de los más complicados problemas internacionales, trátese de la situación en Oriente Próximo o del "dossier nuclear" iranio.

En Rusia seguimos atentamente la evolución interna de la Unión Europea. Lo que es bien natural, porque el desarrollo de nuestras relaciones y sus perspectivas dependen mucho de la transformación interna de la UE, de si ésta sigue siendo una agrupación de naciones por excelencia o va a adquirir funciones supranacionales. Estamos interesados en que nuestra vecina más grandes sea estable y predecible. Así como esperamos que las transformaciones y ampliaciones no lleven a diluir el homogéneo campo jurídico de la UE, en primer lugar, en lo que atañe a garantizar iguales derechos para todos los habitantes de la Unión Europea, no importan su origen, nacionalidad o religión.

Al estructurar nuestra cooperación con la UE, procuramos trazar planes de largo alcance, pero no preocuparnos sólo del día de hoy. Estoy convencido de que nuestro diálogo no debe reducirse a los problemas aunque importantes, pero  sólo de carácter técnico o ramal, tales como cuotas, tarifas, antidumping o estándares técnicos. No niego que es importante debatirlos y buscar juntos su solución. Pero creo que antes que nada debemos ponernos a reflexionar de cómo queremos ver los unos a los otros dentro de unos decenios y qué podemos hacer para nuestros ciudadanos.

Es conocida la posición que mantiene Rusia en cuanto a las perspectivas de los procesos europeos de carácter general. Lo más importante consiste en formar un espacio económico único y garantizar el libre desplazamiento a los ciudadanos. En ello están interesados los círculos empresariales, culturales y científicos. Para lograr estos objetivos, deberemos recorrer un camino bastante complicado y largo, pero los puntos de referencia trazados son bien realistas. Muchos en la Unión Europea comparten este enfoque nuestro.

En los próximos tiempos nos pondremos a elaborar juntos  un nuevo documento básico, llamado a sustituir el Convenio de Partenariado y Cooperación, el que está a punto de expirar. Suponemos que el respectivo proceso negociador pueda comenzar duran la próxima reunión en la cumbre Rusia - Unión Europea. El diálogo que estamos sosteniendo con los países europeos muestra que mantenemos posiciones bastante afines con respecto a muchos postulados del nuevo convenio. Lo concebimos como un documento compacto, enjundioso en lo político y proyectado hacia el porvenir, un  documento que recoja los objetivos y mecanismos de la cooperación equitativa Rusia -UE. Además, se debe definir con la máxima claridad estos objetivos.

Espero que el trabajo de elaboración del nuevo documento básico acerque aún más entre sí a Rusia y la UE, en vez de separarlas. Las futuras negociaciones no deben reducirse al intercambio de pretensiones mutuas. Pero tampoco podremos abrir una nueva página en nuestra cooperación, si sentimos miedo ante el aumento de nuestra dependencia recíproca.  Creo que sobra volver a manifestar que tales recelos contradicen el estado real de las cosas en el continente europeo.

El problema, por lo visto, consiste en algo completamente distinto. Quienes hablan del peligro que entraña lo de llegar a depender de Rusia, ven las relaciones Rusia - Unión Europea en una gama cromática simplificada, en blanco y negro, y quisieran meterlas en el viejo esquema de división en "los suyos y los ajenos". Quiero repetir: tales nociones estereotipadas están lejos de la realidad, pero al persistir en la mentalidad y la praxis política, crean peligro de que en Europa puedan surgir nuevas líneas divisorias.

Estoy absolutamente convencido de que el pasado no debe separarnos: no podemos volver a escribir la Historia. La tarea consiste hoy día en crear para Rusia y Europa un futuro de socios y aliados. Rusia está preparada a hacerlo. Confío en que este enfoque positivo se imponga también en la Unión Europea.

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