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EL RETORNO DE PYONGYANG A LA MESA DE NEGOCIACIONES EN MODO ALGUNO SIGNIFICA SU DERROTA. VREMIA NOVOSTEI

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Ayer se comunicó sobre la posibilidad de reanudación, tras un receso anual, de las negociaciones a seis sobre el problema nuclear norcoreano. Las plática podrán reanudarse a finales del año en Pekín con la participación de ambas Coreas, China, Rusia, Estados Unidos y Japón.

 

La fórmula de un eventual arreglo está clara. Pyongyang está dispuesto a renunciar a los programas nucleares a cambio de las garantías de seguridad, la no intromisión en los asuntos internos y la cooperación al fomento económico y social.

La decisión de las autoridades de Pyongyang a retornar a las negociaciones en modo alguno significa su derrota a raíz de la firme política norteamericana de presiones y sanciones, tal como lo pretenden presentar las instituciones oficiosas de EE.UU. Todo lo contrario, Corea del Norte ha visto consolidada su postura, por lo cual ha estimado posible condescender ante la solicitud de otros participantes de reanudar las negociaciones. Ha sido EE.UU. el que ha tenido que ceder y aceptar discutir el tema de sanciones financieras contra Pyongyang, lo que se negaba a hacer antes. Pero si Washington se pone a hacer zigzagueos, las negociaciones volverán a interrumpirse. Mientras tanto, Corea del Norte concluirá el desarrollo de su propia bomba atómica.

Pero los precios no dejan de crecer. En 2002, Corea del Norte debía tan sólo inhibir el sospechado programa de enriquecimiento de uranio y proceder a desmantelar el de enriquecimiento de plutonio, ya congelado. Ahora, en cambio, el precio de las concesiones norcoreanas será inconmensurablemente más alto, pues a Corea del Norte se le exige renunciar al autoproclamado estatus de país nuclear. Menos mal si en esta ocasión los interlocutores de Pyongyang enfocan el asunto desde una óptica pragmática y proceden a elaborar la fórmula de compromiso, lo que supone tomar en consideración los intereses de la otra parte. Pero si las pláticas se utilizan tan sólo como instrumento para amalgamar un frente contra Corea del Norte, como cobertura diplomática para ejercer presiones sobre Pyongyang y conseguir su aislamiento, esto no beneficiará a nadie, pues crecería la probabilidad de conflicto militar.

En esta situación tan laberíntica Rusia actúa como valedor de la observancia de las normas establecidas, neutral respecto a otros participantes, pero que al mismo tiempo ofrece variantes de solución. Esta misión no es muy relevante, y Occidente, afanado por atraer a su lado a China, se empeña en silenciarla. Parece que nadie prestó atención a que el primer representante de los países negociadores quien visitó a Kim Jong Il después del ensayo nuclear fue el viceministro ruso de Asuntos Exteriores, Alexander Alexeev. ¿Acaso los argumentos dirigidos por Rusia a Corea del Norte han tenido menos importancia en la reanudación de las negociaciones que las presiones de Occidente y las persuasiones de China?

Autor: Gueorgui Bulychov, director del Centro de Estudios Coreanos (Instituto de Relaciones Internacionales y Economía Mundial subalterno de la Academia de Ciencias de Rusia).

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