DESDE LA ANTIGÜEDAD HASTA EL YUGO TÁRTARO-MONGOL

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En la segunda mitad del primer milenio, las tribus eslavas del Este llevaban una vida comunal. Según "Las crónicas de tiempos pretéritos" (comienzos del siglo XII), la creación del Estado ruso  en territorio del Europa del Este comenzó por su parte septentrional.

En 859 en las crónicas aparece anotación de que las tribus eslavas que vivían en el Sur pagaban tributo a los khazaros, y las del Norte, a los varegos. Lo confirman también fuentes de Europa Occidental. En la primera mitad del siglo IX, los normandos o vikings (varegos) realizaban devastadoras incursiones en territorios de los países ribereños. Unas crónicas inglesas informan que "muchedumbres de paganos feroces - daneses, noruegos, godos y suecos - invadían y asolaban a la pecaminosa Inglaterra en toda su extensión, desde una costa hasta la otra". En 845 los normandos saquearon poblados ubicados a orillas del Sena, llegando hasta París.  Carlos, rey de Francia, se vio obligado a pagarles 7 mil libras de plata, para salvar de la destrucción a París. Todo induce a pensar que los normandos  invadían también tierras de los pueblos de Europa del Este.

Las crónicas dicen que en 862, los habitantes de Novgorod (Noroeste de Rusia) expulsaron a los varegos hacia allende el mar, pero entre las tribus plurilinguas y en el propio Novgorod no había paz, por lo cual se tuvo que buscar a un príncipe entre los varegos. Fue así como llego a gobernar Novgorod el legendario Rurik, que dio comienzo a una dinastía de príncipes y zares rusos, que reinaron desde finales del siglo IX hasta el XVI.

En 882 se produjo unión entre las tierras rusas del Norte y el Sur, surgió un Estado con centro en Kíev.

A la cabeza de la Rusia de Kíev estaba el Gran Príncipe, a él se supeditaban los príncipes que gobernaban en sus dominios. El Gran Príncipe no era autócrata, era más bien el primero entre los iguales. A la par con los rudimentos monárquicos, en el poder existió también un elemento democrático o "parlamentario": era el Veche, o la asamblea popular.

El príncipe Vladimir Primero (? - 1015), para aunar a las tribus eslavas paganas, decidió introducir una religión única. Según "Las crónicas de tiempos pretéritos", después de haber escuchado a los representantes de diversas religiones: la judía, la musulmana y la cristiana, él optó por la variante ortodoxa (bizantina) del cristianismo (988).

La nueva fe, proclamada oficial, había que propagarla por todo el territorio nacional. A juzgar por las crónicas, eran escasos los lugares donde la conversión del pueblo al cristianismo se efectuaba sin emplear fuerza. Muchos conversos  siguieron conservando  su anterior creencia en dioses paganos.

Gracias a  haber abrazado la fe cristiana, Rusia fortaleció su prestigió internacional, entró en la familia de los pueblos europeos cristianos y obtuvo un amplio acceso a los conocimientos acumulados por la Humanidad, pues Bizancio era el país más ilustrado de aquella época.

La Rusia de Kíev era un Estado europeo fuerte. El alto prestigio de que el país gozaba en Europa y Bizancio encuentra confirmación en matrimonios dinásticos. Por ejemplo, las hijas del hijo de Vladimir Primero, Yaroslav el Sabio (cerca de 978 - 1054), estaban casadas con reyes de Francia, Hungría, Noruega y Dinamarca; y los hijos de él, con princesas de tierras alemanas, polacas y bizantinas. El Gran Príncipe Vladimir Monomaj (1053-1125), de fama europea, era nieto de Yaroslav el Sabio y una princesa sueca, hijo de princesa bizantina, marido de princesa inglesa, cuñado de emperador alemán y sobrino de  reinas de Hungría y Dinamarca, hijas de Yaroslav el Sabio.

Los pueblos de Europa conocían bien a la Rusia de Kíev. Ésta se menciona en la poesía épica francesa "Canción de Rolando" y la alemana "La Canción de los Nibelungos".

A la muerte de Vladimir Monomaj comenzó el ocaso de la Rusia de Kíev, acompañado por su desintegración en principados.

Empezaron a librarse guerras intestinas y contra Estados limítrofes. Desde finales del siglo XI, se intensificaron los ataques de los pólovtsi a las tierras rusas. En la década del 30 del siglo XIII los principados rusos no pudieron resistir al poderoso empuje de los tártaro-mongoles.

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