Moscú, 7 de julio, RIA Novosti. Las tiendas rusas presentan estos días un cuadro que hace recordar la campaña antialcohólica de los años 80: cisternas de agua mineral y paquetes de zumos intentando tapar la vergonzosa desnudez de las estanterías de vino y licores, más unas cuantas marcas de producción vinícola local, sueltas como los dientes en la boca de un anciano.
El vodka y la cerveza es la escasa dieta que les queda a los rusos después de que las mejores bebidas de importación, incluidas las marcas de élite, han desaparecido de la red comercial siguiendo al embargo sobre los vinos de Georgia y Moldavia. Esta vez, el éxodo ha sido provocado por el cambio de las marcas de accisa.
Los optimistas dicen que el mercado de las bebidas alcohólicas en Rusia empezará a estabilizarse hacia mediados de agosto; los pesimistas objetan que no habrá vinos ni brandies buenos hasta el Año Nuevo. Los unos y los otros coinciden en que las bebidas alcohólicas de importación, ya de por sí bastante caras en Rusia, van a subir de precio todavía más.
El Gobierno fija el 29 de diciembre como fecha límite para poner las nuevas marcas de accisa a la producción vinícola pero a partir del 1 de julio está prohibido transportar y vender en el territorio nacional los productos con marcas antiguas.
Estos últimos representaban un 95-96 por 100 del mercado total a finales de junio pasado.
