Dos empresas rusas, Sevmash y Rosenergoatom, acordaron el otro día la construcción de una central nuclear flotante, proyecto calculado en más de US$330 millones y que deberá implementarse para otoño de 2010.
El lanzamiento de este proyecto, cuyo coste no es muy superior al de un submarino atómico, había estado debatiéndose en Rusia a lo largo de 12 años y se pospuso siempre por falta de recursos o protestas ecologistas, pero en la actualidad ya se hablar de instalar centrales nucleares flotantes en once regiones del Extremo Norte y el Extremo Oriente del país.
El almirante Eduard Baltin, ex jefe de la Flota del Mar Negro, duda mucho que se haya tomado una decisión correcta: primero, porque no es un modelo autopropulsado, es decir, habrá que reservar por lo menos 8 o 10 buques remolcadores de gran potencia, más helicópteros y embarcaciones de rescate – fuerzas navales que no están disponibles a corto plazo en la zona del Ártico ni en la del Pacífico – para trasladar la central a su destino.
Baltin cree que será también una instalación francamente peligrosa porque su diseño, hasta donde él sabe, no contempla reforzar el casco en grado suficiente para que resistan a los fuertes témpanos de hielo en el Ártico, que será la principal zona de su ubicación.
‘Nada ha cambiado en este proyecto en comparación con 1989 – afirma él -. No han hecho más que dar marcha a los viejos papeles que se estaban cubriendo de polvo en los archivos, en particular, porque son miles de millones de rublos para repartir’.
Estas deficiencias, en principio, podrían eliminarse sin necesidad de incurrir en gastos excesivos. En Murmansk permanece anclado el rompehielos nuclear Arktika, dado de baja. Otras naves similares, como Sibir, podrían correr la misma suerte en un futuro próximo. En opinión de Baltin, son embarcaciones que tienen un casco excelente, muy firme, y amplio espacio interno que reúne todas las características necesarias para que sean transformadas en centrales nucleares flotantes.
