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GRAFFITI SOBRE RUEDAS: OTRA MANERA DE EXPRESARSE PARA HINDÚES LOCUACES

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Nueva Delhi, 13 de junio, RIA Novosti. Con su fama de gente locuaz, los hindúes tampoco desaprovechan la oportunidad de expresarse mediante graffiti.

 

‘!Hola! ¿Qué tal?’ – invoca una pintada en la parte trasera de un camión que avanza por la interminable autopista entre Nueva Delhi y Bombay. Y uno enseguida se da cuenta de lo difícil que es para ese chaval permanecer callado cuando viaja bajo un sol implacable por las congestionadas carreteras del país.

Todos los camiones aquí están pintados de colores alucinantes y llevan encima guirnaldas, campanillas, imágenes de vacas sagradas, leones, tigres o deidades del panteón hinduista. También se ven bastantes consignas y recomendaciones, siendo las más recurrentes ‘!Bocina, por favor!’ y ‘!Bocina más fuerte de noche!’.

Los bocinazos en las carreteras hindúes parecen no interrumpirse nunca y son considerados como una señal de la buena educación y de la ayuda mutua entre los conductores, al igual que un brazo estirado por la ventana para indicar la maniobra siguiente. Las luces de advertencia, en cambio, son impopulares aquí y hasta en la capital nadie les hace caso.

Para una mirada europea, el tráfico en la India es caótico: se tiene la impresión de que cuantos se están moviendo por las carreteras  – en camiones, autobuses, rikshas, bicicletas, a pie o en carros tirados por bueyes, mulas o camellos, en función de la provincia -  se han puesto de acuerdo para desacatar las reglas. Con la excepción de los elefantes que parecen ser los más disciplinados.

‘¿Pero es verdad que los coches en Moscú sólo circulan por carriles señalados?’ – pregunta con visible incredulidad un vecino de Nueva Delhi. En la capital hindú nadie se fija en los carriles y la invasión de la vía contraria se percibe como algo absolutamente natural.

Hace poco, la Policía de Tráfico de Nueva Delhi organizó una campaña mensual de concienciación y colocó en las calles las pancartas que exhortaban a respetar las señales del  semáforo. Saltarse el rojo es una práctica habitual incluso entre los conductores del transporte municipal, por no hablar siquiera de motoristas locos que se las arreglan para transportar a sobre dos ruedas a toda su prole, sin molestarse en la compra de cascos protectores.

Los agentes de tráfico, poco numerosos en comparación con otras naciones, parecen absolutamente impotentes en la lucha por el orden en las carreteras hindúes.

‘!Cuidado que soy virgen y quiero seguir así!’ – implora un flamante Mazda en una de las calles de Nueva Delhi. Hasta en la capital los coches exhiben un sinfín de abolladuras y rasguños que pocos propietarios se preocupan por eliminar. ¿Para qué? Los choques aquí son constantes y lo único que le salva es la baja velocidad: 40-50 kilómetros por hora como límite recomendado en Nueva Delhi.

‘!Más respeto por favor que soy la reencarnación de un Mercedes!’ – advierte a los demás un Suzuki-Maruti minúsculo, apretado desde todos los lados en un embotellamiento.

El Om, símbolo sagrado en la religión hindú, aparece pintado en un torpe camión basurero que con el viento va perdiendo sobre la marcha lo que acaba de recoger.

Y la consigna más recurrente en los coches locales es ‘No hay más religión que la verdad’. Centenares de miles de conductores en todas las partes del país están de acuerdo con esta frase de Mahatma Gandhi, cuyo retrato se coloca al lado, en la ventana trasera.

En las carreteras hindúes no se respetan las reglas pero sí el código de honor. Y a nadie se le ocurriría pasar de largo, si alguien estirase el brazo a través de la ventana para preguntar la dirección.

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