PROGRAMA NUCLEAR IRANÍ: SE PREPARA UNA GRAN TRANSACCIÓN

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Piotr Goncharov, RIA Novosti. A Teherán le dieron varias semanas para estudiar el paquete de nuevas ofertas elaboradas para mover a Irán a suspender los trabajos de enriquecimiento de uranio.

Piotr Goncharov, RIA Novosti. A Teherán le dieron varias semanas para estudiar el paquete de nuevas ofertas elaboradas para mover a Irán a suspender los trabajos de enriquecimiento de uranio.

Por lo menos, desde esta óptica enfoca la situación la Casa Blanca. “Para los iraníes ha llegado la hora de la verdad. Ellos arrostran una disyuntiva crítica. Si no aceptan estas ofertas, nos veremos obligados a adoptar otras medidas”, en estos términos ha descrito la situación la secretario de Estado norteamericana Condoleezza Rice, principal ideólogo de “estímulos y sanciones en un paquete”.

Las autoridades de Teherán aceptaron el reto. “Debemos estudiar detenidamente las propuestas, luego de lo cual  reentablaremos las negociaciones para llegar a un resultado razonable”, manifestó Alí Larijadi, secretario del Consejo Supremo de Seguridad Nacional, después de sostener negociaciones con Javier Solana, Alto Representante de la UE para la Política Exterior y de Seguridad Común de la UE, quien arribó a Teherán.

Se entiende que Solana se dirigió a Teherán no sólo para entregar las ofertas a la parte iraní. El Alto Representante debía dejar bien claro a los dirigentes iraníes que en caso de quedar rechazada esta última versión de iniciativas (lo que ya es evidente), la probabilidad de aislamiento total de Irán aumentaría en flecha.

En torno al programa nuclear iraní se ha configurado una situación paradójica que dura ya más de un año. Según expresó con acierto el experto ruso Alexei Arbatov, cada una de las partes implicadas en la crisis iraní en cierto sentido tiene razón, pero la situación va degenerando inexorablemente en conflicto.

En efecto, Irán, como parte del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, está en el derecho de desarrollar sus propias tecnologías nucleares, cosa que las autoridades de Teherán no dejan de declarar. Pero Occidente quiere formularle a Irán varias preguntas relativas a la racionalidad de algunos elementos de su programa nuclear, elementos que generaban sospechas de que Irán deseaba crear su propia arma nuclear. En la situación actual existen dos formas de cortar este “nudo gordiano”: haciendo importantes concesiones recíprocas o recurriendo a la espada.

La Casa Blanca insistió en la variante mixta.

Desde luego que durante largo tiempo Washington trató de aplicar una política más rígida respecto a Irán, pero, no obstante, se vio obligado a hacer determinadas concesiones, al aceptar la propuesta de Rusia y China de no incluir en el proyecto de la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU sobre Irán la referencia a la cláusula de la Carta de que autoriza el empleo de la fuerza armada. Pero también otras sanciones que puedan decretarse contra Irán en caso de su renuncia a las fórmulas de compromiso le ofrecen a Washington amplias posibilidades para meter a Irán en aislamiento económico, tecnológico, financiero y diplomático, aparentemente “con el apoyo pleno de la comunidad mundial”.

Cabe señalar que EE.UU. decretó sanciones contra Irán todavía en 1979, año en que fue derrocado el cha. La posibilidad de aislamiento completo o parcial de este país es un tema aparte. ¿Qué fue lo que en esta ocasión Washington le ofreció a Teherán en vez de las sanciones? Los incentivos deben, por lo menos, ser adecuados a las sanciones cuando no más fuertes.

En los días en que en un ambiente de secretismo se discutía vivamente el “paquete de látigos y zanahorias” para Teherán, Flin Leverett, experto de la Institución Brookings (Washington) quien se encontraba en Moscú, hizo recordar la “Gran Transacción”, de hecho una oferta oficial dirigida por Irán a Estados Unidos en 2003. Por aquellos mismos días, el director de UPI, Martin Walter, reveló el contenido de la “Transacción”, haciendo referencia al mismísimo Leverett.

La esencia de la oferta se reducía a lo siguiente: Irán aceptaba la estrategia de dos Estados (Israel y Palestina) en el tema mesoriental, renunciaba a apoyar a las organizaciones consideradas por EE.UU. como terroristas, cooperaba con EE.UU. en Irak y Afganistán, se incorporaba a la lucha común contra Al-Qaeda y, por último, concertaba un acuerdo de seguridad comprehensivo con los países del Golfo Pérsico, incluyendo la renuncia al desarrollo de armas nucleares en esta zona.

A cambio Irán pedía de Estados Unidos reconocimiento diplomático, anulación de las sanciones unilaterales y renuncia a los planes de derrocar el actual régimen iraní.

Según se sabe, el actual mandatario iraní, en adición a las exigencias contenidas en la oferta de 2003 insistirá en el derecho de su país a desarrollar trabajos I+D, también incluyendo en la esfera de enriquecimiento de uranio. Esta cuestión reviste para Irán una importancia de principio. Y el problema no estriba en la bomba atómica. Según escribe el ex ministro de Asuntos Exteriores de Alemania, Joschka Fischer, cuyo artículo en versión abreviada publicó estos días el periódico ruso “Izvestia”, “el meollo del problema (iraní) es la aspiración de Teherán a convertirse en la principal potencia islámica y regional y situarse al mismo nivel con los Estados más poderosos del mundo”.

Es de suponer que esta vez, la transacción tiene buenos visos de celebrarse. Mientras para Teherán esto sería un momento de la verdad, para la Casa Blanca, si recordamos las ofertas iraníes de 2003, una retrasada toma de conciencia del modo de dialogar con Irán.

Al presidente Bush evidentemente le cayó bien la primera reacción de Teherán al paquete de propuestas del “sexteto”. “Suena como una respuesta positiva. Estados Unidos se sentará a negociar con ellos, si están dispuestos a cesar el enriquecimiento (de uranio) en forma controlable”, manifestó George Bush el martes pasado en el estado New México.

Pero la historia no terminará ahí. Los dirigentes iraníes en reiteradamente demostraron en la práctica que para ellos no es ningún axioma la conocida máxima de que “la política es el arte de lo posible”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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