A raíz de las drásticas declaraciones hechas en Vilna por el vicepresidente de EE.UU., Richar Cheney, aparecieron publicaciones intimidantes de que se asiste a una reedición de la guerra fría o ésta nunca había terminado. Pero hoy, la situación de Rusia en la política global es tal que la guerra fría con cualquier país, ante todo con Estados Unidos, queda prácticamente descartada.
El mundo unipolar con la hegemonía de Estados Unidos no satisface a nadie. En todo caso, las relaciones internacionales están desordenadas. No es casual que cualesquiera colisiones de intereses se definan en términos ya trillados. Algún día se dará una definición más acertada a la época actual, pero hoy por hoy no es más que “el período posterior a la guerra fría”.
Aquella guerra se extinguió, porque durante la misma se produjeron cambios radicales que diseñaron un mapamundi nuevo en que una reedición de la guerra fría ya no tiene cabida. No existen dos sistemas opuestos, no hay contradicciones ideológicas equiparables a la confrontación entre el comunismo y el capitalismo.
Otra cosa es que tampoco el partenariado entre EE.UU. tampoco está exento de la rivalidad. Esto se reveló con meridiana claridad sobre todo después de que Rusia empezara a aplicar una política exterior independiente. Como era de esperar, los norteamericanos no tardaron en calificar esta independencia de “política de contención de EE.UU.”. En honor a la verdad cabe señalar que expertos norteamericanos reconocen que también EE.UU. practica “la política de contención de Rusia”, en particular, en el espacio de la CEI.
Estados Unidos quiere tener trato con Rusia sólo en los casos en que pueda sacar provecho. Si no, le importa un bledo los intereses de Rusia. No creo que sea un enfoque perspicaz. Porque las áreas en que la cooperación con Estados Unidos sea provechosa para Rusia pueden no coincidir con aquellas en que esta cooperación sea provechosa para Estados Unidos. Es un partenariado endeble, pero de todas formas no es ninguna reedición de la guerra fría, máxime que la política norteamericana es mucho más sutil que las declaraciones de algunos arquitectos suyos.
Sin una política independiente no habrá EE.UU. ni Rusia. En los años 90 del siglo pasado, Rusia intentó desempeñar el papel de “buen chaval” para los norteamericanos y poco menos que desapareció del mapamundi. Rusia es demasiado grande para no aplicar una política exterior independiente, es su forma de ser, opina Mijaíl Marguelov, presidente del comité para asuntos internacionales en el Consejo de la Federación (cámara alta del parlamento ruso).
