Esta semana se ha visto en la cárcel el alcalde de Volgogrado, Evgueny Ischenko, y la pasada fue detenido el gobernador de la Comarca Autónoma de los Nenets, Alexey Barinov. A algunos ello les trae a la mente las represiones de los años 1930, otros ven en esos actos una lucha real contra la corrupción. Pero los sociólogos señalan que a los ciudadanos de Rusia desde hace mucho no les asombra el que haya corrupción entre los políticos y funcionarios.
“La corrupción es un mecanismo que sirve para mantener equilibro entre la élite. Las autoridades compran la lealtad de los funcionarios, otorgándoles la posibilidad de tener unos ingresos no muy legales. Por supuesto, existen numerosos funcionarios sin tacha ni reproche. Pero rige una regla tácita: uno puede hacer determinados tejes-manejes a cambio de mostrar lealtad. Y ello hasta se estimula”, dice el jefe del grupo analítico “Mercator”, Dmitry Oreshkin.
A quienes violan esa regla, les espera un inminente castigo. “Si uno de repente se muestra no leal, no al Estado, sino a un determinado clan o grupo, éste siempre tiene material con que dirigirse a los tribunales. En este sentido es muy demostrativo el caso de Jodorkovsky. Éste actuaba como los demás, en el marco de un sistema de valores que funcionaba, pero infringió las reglas del juego, al ir en contra de un cierto clan. Por ello se le exigió responsabilidad por aquello que hacía todo el mundo”, prosigue Oreshkin.
Los sociólogos señalan la apatía de los ciudadanos. “La corrupción ha arraigado tanto que los ciudadanos no ven perspectivas de la lucha contra ese mal. Todo jefe a los ojos de la gente es ladrón y corrupto”, dice Leonty Byzov, jefe del Departamento Analítico del VTSIOM.
Según el sociólogo, los recientes escándalos anticorrupción sólo vienen a confirmar que cualquier jefe puede ser arrestado. Y por cuanto ello se hace sólo con respecto a algunos, se llega a pensar que se trata de un ajuste de cuentas políticas solamente”, afirma el experto.
