El moscovita de 25 años lo hacía para ir a jugar luego al casino. A comienzos de mayo, lo despidieron de su centro de trabajo, pagándole lo que le correspondía, 13 mil rublos. El joven fue directo a un casino, donde quedó limpio. Pasados unos días, después de hacer un paseo con sus niños, él por una casualidad se quedó con la pistola de juguete, y decidió emplearla: cerca de la estación del metro Sviblovo, entró en un quiosco y, sacando la pistola, exigió dinero. La muchacha no quiso arriesgar su vida y se lo dio cuanto tenía: 9 mil rublos.
Durante unos días, el joven saqueó de este modo otros quioscos y volvió a visitar el casino, donde dejó todo el dinero: 17 mil rublos.
Pasado un tiempo, el reo sintió un irresistible deseo de visitar el lugar del crimen. La dependienta se fijó en ese cliente “raro” que tenía mucho parecido con el salteador. Le sacó de modo invisible una foto con la cámara de su teléfono móvil y la llevó a la comisaría.
Dentro de poco al saqueador lo detuvieron cerca de la casa en que él vivía. La pistola de juguete seguía con él.
