Según el medio, los delincuentes cibernéticos se hicieron pasar por unos reclutadores en la red social LinkedIn y en la aplicación de mensajería instantánea WhatsApp para acercarse al personal de la empresa. Al entablar contacto le envían ofertas de trabajo falsas que contenían códigos malignos y que les ayudaban a acceder al ordenador de la víctima.
Si bien los funcionarios de Estados Unidos atribuyen estos ataques a una campaña de hackeo lanzada por Corea del Norte, Pyongyang ha rechazado en repetidas ocasiones estas acusaciones. Las autoridades norcoreanas aseguran que su país no dispone de una línea de contacto directa con el extranjero.
A pesar de este argumento, algunos expertos en los países occidentales señalan que previamente las campañas de hackeo de Corea del Norte se habían centrado en empresas de defensa y organizaciones mediáticas, pero hace poco tiempo pasaron a desafiar también a las compañías especializadas en la investigación del COVID-19.
Los ataques cibernéticos perpetrados contra los organismos de salud, los científicos involucrados en el desarrollo de vacunas y los fabricantes de medicamentos se han disparado durante la expansión de la pandemia. Los piratas informáticos contratados por Estados y los que están actuando de manera ilegal han puesto toda su carne en el asador para conocer cualquier tipo de información sobre las últimas investigaciones sobre el virus y el brote.
Los funcionarios de los países occidentales dicen que los datos robados podrían venderse con fines de sacar beneficio, utilizarse para extorsionar a las víctimas o dar a los Gobiernos extranjeros una valiosa ventaja estratégica en la lucha por contener la enfermedad.
Esta no es la primera vez que los fiscales de EEUU han acusado a Corea del Norte de perpetrar los ataques cibernéticos más audaces y perjudiciales en la historia del mundo. También atribuyeron a los hackers norcoreanos la autoría sobre las filtraciones de correos electrónicos de la empresa de cine Sony Pictures en el 2014, el robo de 81 millones de dólares al banco central de Bangladesh en el 2016 y la expansión del virus electrónico WannaCry en el 2017.
Pyongyang ha rechazado todas estas acusaciones, calificándolas de intentos realizados por Washington para difamarlo.