"El impacto podría ser comparable a la crisis económica de 2008 (…) Los hábitos de consumo y la disponibilidad de las drogas podrían cambiar, y la capacidad de respuesta de los gobiernos podría verse mermada (…) Tras la crisis económica de 2008, algunos consumidores comenzaron a buscar sustancias sintéticas más baratas y se produjo un cambio en los hábitos de consumo en favor de las drogas inyectables", afirmó la UNODC en su informe.
Por su parte, la oficina de la ONU aseguró que con las restricciones a la circulación impulsadas por los gobiernos para enfrentar el COVID-19, limitan el acceso a los precursores y las sustancias químicas esenciales, por lo que algunos productores podrían verse obligados a buscar nuevas formas de fabricar drogas.
Como el abastecimiento de drogas mediante vuelos comerciales podría interrumpirse por completo, las actividades de tráfico a través de la red oscura y por correo postal podrían aumentar, sostuvo.
"A la larga, la recesión económica y las medidas de confinamiento podrían perturbar los mercados de drogas; con el aumento del desempleo y la falta de oportunidades será más probable que las personas pobres y desfavorecidas caigan en hábitos nocivos de consumo de drogas, sufran trastornos por consumo de drogas y recurran a actividades ilegales —bien de producción, bien de transporte— vinculadas a las drogas", agregó.
Además, es probable que las organizaciones que se dedican al tráfico de drogas se aprovechen de la situación para prestar servicios a las personas vulnerables y engrosar sus filas con nuevos miembros, sostuvo la UNODC.
La UNODC señaló que el consumo de drogas ha ido en aumento en todo el mundo, pasando de unos 210 millones de consumidores en 2009 a 269 millones de consumidores en 2018.