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Clase magistral de Occidente: Putin, mentiras y macartismo 2.0

© AP Photo / Robert F. BukatyClase magistral de Occidente: Putin, mentiras y macartismo 2.0
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Errar es humano, y cada error merece una oportunidad de arrepentimiento. Sin embargo, cuando entran en el cuadro intereses políticos, lo 'humano' a menudo es arrojado a la basura, según demostró recientemente un periodista del medio estadounidense Newsweek.

En los últimos días, los medios de EEUU lanzaron una ola de críticas contra el candidato presidencial republicano Donald Trump, por sus supuestos vínculos con Rusia.

El punto central de esta crítica fueron las declaraciones de Trump sobre la 'posibilidad de prevenir' el ataque contra la embajada de EEUU en Benghazi (Libia) en 2012, denunciada por el portal de filtraciones Wikileaks, en el marco de sus revelaciones sobre el 'escándalo de correos' de la candidata demócrata, Hillary Clinton.

El candidato republicano atribuyó la admisión de esta posibilidad a Sydney Blumenthal, antiguo confidente de Clinton, entonces secretaria de Estado de EEUU. De hecho, Blumenthal nunca lo admitió. El correo en cuestión es citado directamente en el artículo del periodista Kurt Eichenwald, publicado en Newsweek y escrito en primera persona.

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Otro medio cometió el mismo error al citar a Wikileaks. Fue la edición de Sputnik en inglés. Los 19 minutos de la existencia del artículo lograron inflar el mito sobre los vínculos directos entre Donald Trump y el Kremlin, fomentar la idea de la omnipotencia de Moscú y, finalmente, confirmar otra vez que cuando se trata de intereses políticos, la integridad profesional de un periodista occidental puede ser ignorada por completo.

A partir de aquí, quisiéramos dar la palabra a Bill Moran, nuestro estimado excolega, quien logró, por su propia cuenta, influir más en la campaña electoral de EEUU que todas las torres del Kremlin juntas.

Entre error y desinformación deliberada: mi historia

Soy Bill Moran, exeditor de la delegación de Sputnik en Washington DC. Nací en Arizona, me gradué de Georgetown Law y a mis 29 años quería ser periodista en un medio impreso.

En febrero de 2016, Sputnik me ofreció la posición de editor en la página web. Acepté y trabajaba mucho; solía llegar en mis días de descanso para seguir produciendo contenido de alta calidad. Mi fervor fue notado: en poco tiempo, me encargaron la página entera durante los fines de semana y días festivos.

El 12 de octubre, cometí un error vergonzoso. Vi una serie de tuits virales con declaraciones de Sydney Blumenthal sobre el escándalo de Benghazi. El documento original de Wikileaks, al que citaban los tuits, era de unas 75 páginas —páginas que yo miré de manera superficial—.

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Estaba solo en la oficina debido al Columbus Day [Día del Descubrimiento de América]. Escribí 12 artículos en 12 horas, edité otros cinco, manejaba la portada y las redes sociales, monitoreaba las noticias urgentes. Actué apresuradamente y cometí un error.

Poco después de finalizar, me percaté de que ningún otro medio estaba dando esta noticia. Al revisar el documento atentamente, me di cuenta del error y eliminé el artículo.

La noticia estuvo colocada en la página unos 19 minutos, durante los cuales acumuló 1.061 vistas. Sin embargo, resultó que en estos 19 minutos yo me convertí en el presidente de Rusia.

Seguir mintiendo…

Pocas horas después, Newsweek publicó un artículo del periodista Kurt Eichenwald dedicado a mi error.

Eichenwald dio por sentado que este caso era "una prueba más" de la ciberguerra llevada a cabo por el "medio controlado por Rusia" —que es incorrecto: financiado sí, controlado no— que "alteró" los documentos de Wikileaks antes de "pasarlos a Donald Trump".

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Además, el periodista cita a su "fuente anónima en los servicios de inteligencia", que afirma que "tales artículos requieren una aprobación de un nivel más alto" y que cualquier otra explicación sería "un absurdo".

Yo soy ahora Vladímir Putin. Por lo menos eso es lo que Kurt Eichenwald y Newsweek pretenden creer.

El problema es que tanto Eichenwald como los editores de Newsweek están al corriente de que el contenido de su artículo es falso.

Yo les contacté e indiqué los errores en su texto, ofreciendo mi explicación de lo sucedido. Además, contacté al propio Eichenwald vía Twitter para hacerlo. Me encontré bloqueado.

Al día siguiente fui despedido de Sputnik.

Después que mi excolega denunciara en Twitter la falta de reacción de Eichenwald, este último se puso en contacto conmigo.

…y callar la verdad

En nuestras discusiones por correo electrónico y luego por teléfono, yo mencioné mi intento de hacer público este asunto. En respuesta, Eichenwald aludió a que yo podía hacerme reportero de asuntos políticos en The New Repúblic [TNR, una  revista política estadounidense fundada en 1914].

"[TNR] Tiene una posición para un reportero de asuntos políticos. Pero, por el momento, no puedo atestiguar tu madurez ni confío en ti por completo", me comunicó Eichenwald en un email.

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"Posiciones como esta suelen desaparecer. No te la pierdas", precisó.

Allí estaba, entre cumplir el sueño de ser periodista político… y publicar este artículo.

En su último correo Eichenwald me aseguró que al sacar esta información a la luz, yo arruinaría mi carrera y mi vida. De verdad, no lo considero una amenaza sino un hecho.

Si yo cambiara de empleo, eso no sería óbice para reconocer que Eichenwald cometió errores en su artículo. Esto también es un hecho.

¿En qué más erró la nota de Newsweek?

Primero, la versión actual [para el momento de esta publicación] del artículo afirma que "el artículo erróneo fue eliminado después que Newsweek intentó contactar a Sputnik". Eso es falso. Nunca recibí ni llamada ni correo.

Segundo, Sputnik no es "controlado por Kremlin". Yo no tomaba cafés por la mañana con el señor Putin. El medio recibe financiación del Gobierno ruso, pero nadie nunca me ordenó qué escribir.

Tercero, los documentos de Wikileaks no fueron alterados —incluso tenían un link directo a la fuente—. Su contenido fue malinterpretado a causa de un tuit viral.

Ahora, ¿qué hago yo?

Entiendo que seré atacado. Escribí 813 artículos para Sputnik, pero este error singular, que fue inflado en una verdadera histeria debido a la cobertura deliberadamente incorrecta por parte de Newsweek, acompañará para siempre mi nombre en los resultados de búsqueda de Google.

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Cabe notar que Sputnik, tras analizar lo sucedido y sin saber de este artículo mío, ofreció restablecerme en la misma posición.

Les agradezco, pero no voy a aceptar su propuesta.

Los próximos días voy a manejar la reacción mediática a este artículo y luego… luego iré a tomarme unas buenas y largas vacaciones. 

El testimonio completo en inglés de Bill Moran está disponible en Sputnik International.

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