El secretario de prensa de la Casa Blanca, Josh Earnest, insiste en que "no tiene sentido romper las negociaciones mientras haya posibilidades". También certificó que "nuestros negociadores han decidido seguir conversando mañana".
Ash Carter, secretario de defensa, ha explicado que "Como cualquier acuerdo, no puede basarse en la confianza, sino en la verificación, y si el acuerdo va a ser bueno, merece la pena completar las negociaciones".
La autoridad de Obama, y el crédito de los demócratas de cara a las próximas elecciones presidenciales en relación a su capacidad para controlar las intrincadas variables de política internacional, están íntimamente ligados a lo que suceda de aquí al 30 de junio, fecha tope para alcanzar un acuerdo con los iraníes.
No sorprende así que en respuesta a las críticas del líder de la mayoría republicana en el Congreso, John Boehner, que la pasada semana criticó la falta de iniciativa de Obama, Earnest lo retase a que, si así lo cree, debería de tener el coraje de pedir que EEUU bombardee Irán.
Máxima presión para Obama y los suyos mientras las monarquías del Golfo e Israel, actores claves en la región, contemplan con enorme recelo lo que pueda ocurrir.