Por segunda noche consecutiva las calles de Nueva York y otras muchas ciudades de Estados Unidos se llenaron de manifestantes pacíficos.
En Brooklyn, muy cerca de la sede de los Brooklyn Nets, en plena arteria comercial de Atlantic Avenue, abrían la marcha las madres de tres jóvenes que perdieron la vida a manos de la policía.
Hubo un momento de atronador silencio cuando muchos de los participantes se tumbaron en el suelo, simulando estar muertos. El gesto, repetido en otras zonas de la ciudad, se mezcla con el grito más repetido: "No justicia, no paz".
Protestan los ciudadanos por los últimos escándalos policiales, en los que dos agentes del orden han sido exonerados de cualquier delito en las muertes de Michael Brown y Eric Garner, ambos de raza negra.
Lamentan la muerte a balazos de un niño de doce años, también afroamericano, la pasada semana en Cleveland. Una ciudad cuyo departamento de policía han sido investigadas durante varios años por la Fiscalía General.
El informe, hecho público este jueves, resalta la preocupante frecuencia con la que sus oficiales utilizan una "fuerza innecesaria e irracional" con excesiva frecuencia.
En las líneas del metro 4,5 y 6, que conecta Brooklyn, Manhattan y el Bronx, numerosos viajeros, la mayoría jóvenes, trataron de detener el tráfico mientras bloqueaban las puertas de los vagones.
Tanto en la calle como en el metro la actitud de la policía fue menos ruda, más paciente. Destacaba el hecho de que pocos de los agentes portasen las galas de corte paramilitar tan repetidas en los últimos años.
Unos uniformes, parafernalia y vehículos denunciados por quienes consideran que las fuerzas antidisturbios se han militarizado de forma excesiva, y que numerosas policías locales compraron a bajo coste tras el repliegue de las tropas en Afganistán e Irak.
La ira ciudadana no ha estado limitada a la Gran Manzana. De Chicago a Washington D.C., ciudades que dicho sea de paso presentan su propio y doloroso historial de conflictos entre las minorías étnicas y la policía, las demostraciones de rabia, aunque cívicas y respetuosas, han sido la constante de esta la segunda noche en la que EEUU trata de digerir que el agente Daniel Pantaleo no tendrá que comparecer ante un juez.
