El gobernador de Missouri, Jay Nixon, ha ordenado el despliegue de la Guardia Nacional en Ferguson para "garantizar la paz y el orden". La medida supone la militarización del conflicto y un reconocimiento implícito de la incapacidad de la policía, primero la local y posteriormente la patrulla de tráfico, para sofocar unos disturbios raciales de proporciones inverosímiles, comparables a escala local con los vividos a finales de los sesenta.
Como entonces, a las denuncias contra la brutalidad policial y las acusaciones de que las fuerzas de seguridad actúan con prejuicios racistas se han añadido escenas de enfrentamientos con los antidisturbios, saqueos de comercios y otros desafíos al toque de queda nocturno instaurado el pasado sábado.
Tal es la gravedad de la situación, y la terrible potencia iconográfica de unas imágenes que retrotraen a las de la lucha por los derechos civiles, que el presidente Obama se ha visto obligado a suspender temporalmente sus vacaciones.
A la escalada de tensión, que arranca con la muerte del joven afroamericano Michael Brown, a manos de un policía, se ha sumado en las últimas horas el conocimiento de los primeros datos de la autopsia del cuerpo encargada por la familia. Brown recibió seis impactos de bala, dos de ellos en la cabeza, todos en la parte frontal del cuerpo y a media distancia. Muchos, como el reverendo Jesse Jackson, han juzgado estos resultados como tremendamente "provocadores", mientras gana fuerza la idea de que el agente implicado habría tiroteado al muchacho a sangre fría.
Aunque no fuera así, aunque la versión de la policía local sea la correcta y el policía hubiera actuado en defensa propia, los ánimos están tan revueltos que el fiscal general de los EE.UU., Eric Holder, ha solicitado un tercer examen forense del cuerpo de Brown. Su iniciativa no queda ahí, y en una medida que ilustra bien el descontento de las autoridades federales hacia la forma en que se ha desarrollado el proceso el FBI ha recibido la orden de iniciar una investigación paralela e independiente. Cuarenta de sus agentes trabajan ya sobre el terreno, con las calles de Ferguson como escenario diurno de mítines, misas y vigilias, y campo de batalla al caer la noche.
