La estrecha victoria electoral del centroizquierda en Italia colocó la tercera economía de la Eurozona en una situación de empate técnico capaz de derivar en nuevos comicios parlamentarios, además de generar el riesgo de ingobernabilidad al que los mercados financieros ya reaccionaron con un batacazo.
Con el 100% de los votos escrutados, la coalición del centroizquierda de Pier Luigi Bersani ganó las elecciones a la Cámara de Diputados. Obtuvo el 29,54% de los sufragios frente al 29,18% del centroderecha de Silvio Berlusconi, pero incluso este margen mínimo le garantiza un 55% de los escaños conforme a una ley aprobada en 2006.
La gran sorpresa es el tercer lugar (25,55%) del Movimiento 5 Estrellas, del cómico convertido al político Beppe Grillo. Un movimiento de protesta, fuera del sistema y sin aliados, se transforma de este modo en un importante partido político.
Mientras, los centristas agrupados en torno al ex primer ministro Mario Monti obtuvieron solo el 10,56%.
Sin embargo, el centroizquierda no pudo asegurarse una mayoría en el Senado. Los partidarios de Bersani lograron el 31,63% frente al 30,72% de la coalición de Berlusconi. Técnicamente hay dos desempates posibles: que alguna de estas fuerzas se alíe con el Movimiento 5 Estrellas, opción ya descartada por Beppe Grillo; o una amplia coalición que integre a seguidores de Bersani y Berlusconi.
Si ninguna de estas variantes cuaja en los próximos días, Italia corre el riesgo de reeditar la experiencia de Grecia con la convocatoria anticipada de nuevas elecciones parlamentarias.
Estos resultados electorales, sobre un trasfondo de fuerte recesión y drásticas medidas de austeridad, ya provocaron un batacazo en los principales parqués internacionales.
El selectivo de la bolsa italiana FTSE MIB retrocedió un 4,8%; el británico FTSE, un 1,5%; y las bolsas de Frankfurt y París, más de un 2%. También el índice Dow Jones en Nueva York cayó un 1,55%, y los mercados asiáticos, entre un 0,7% y un 2,2%.
Algunos expertos consideran que el nuevo Gobierno italiano podría renunciar a una política de austeridad económica, con el subsiguiente riesgo de agravamiento de la crisis de la deuda en la Eurozona.
