Muchos habitantes de Bahréin salieron este jueves a las calles de Manama, capital del país, exigiendo reformas políticas, comunicó la prensa internacional.
Manifestantes levantaron barricadas y empezaron a arrojar piedras y cocteles Molotov contra los policías, que respondieron esparciendo un gas lacrimógeno.
Los chiitas conmemoran de este modo el segundo aniversario del levantamiento popular de 2011, que fue aplastado cruelmente con la ayuda de Arabia Saudí.
Ese grupo, a que corresponde un 70% de la población del país, está discriminado por motivos religiosos y apartado de la dirección del Estado. El poder en Bahréin está en manos de la minoría sunita encabezada por la familia real Al Khalifa.
El rey Hamid designa ministros de entre sus parientes. El Gobierno rinde cuentas solo ante el soberano. El Parlamento tiene funciones limitadas, de carácter consultivo.
Anteriormente, la familia real en más de una ocasión expresó la disposición a sostener diálogo con la oposición, pero siempre bajo condición de que el Gobierno responda solo ante el rey. La oposición afirma que en tal caso las negociaciones no tienen ningún sentido.
Occidente apoya al rey, pero no al pueblo de Bahréin, donde se encuentran varias bases militares y el Estado Mayor de la Quinta Flota de EEUU. Además, los países occidentales temen que las transformaciones democráticas conviertan este país en una colonia del Irán chiita, que respalda enérgicamente a los adeptos bahreiníes de esta corriente religiosa.
