Sí, esto realmente sucedió y fue una consecuencia inesperada y trágica de un problema real de ingeniería naval. Lo que para muchos podría sonar gracioso, supone un verdadero reto para los ingenieros de todo el mundo.
Durante años, los astutos ingenieros alemanes habían estado ocupados desarrollando lo que pensaban que sería la próxima generación en plomería submarina. Mientras los soviéticos, británicos y estadounidenses canalizaban sus aguas residuales en tanques sépticos a bordo, los submarinos alemanes ahorraban un valioso peso y espacio descargando los desechos directamente al mar.
Pero poder realizar esta operación plantea una serie de desafíos únicos. En principio, el sistema de evacuación fecal funcionaba solo cuando el submarino flotaba cerca de la superficie, donde la presión de las agua es relativamente baja. A medida que avanzaba la guerra y las medidas antisubmarinas, estos buques se veían obligados a permanecer durante mayor tiempo en las profundidades. Para finales de la guerra, las tecnologías sanitarias alemanas maduraron lo suficiente como para permitir a sus marines satisfacer sus necesidades biológicas mientras se sumergían bajo las olas.
El procedimiento era extremadamente complicado para la época, incluso hasta el punto de que un especialista de la tripulación recibía una capacitación especial sobre su funcionamiento y los procedimientos adecuados para su uso. Todo el sistema se encontraba bajo presión para que 'los aromas' no se expandieran por el submarino mientras navegaba y consistía de varias cámaras y válvulas que expulsaban los desechos sin permitir que el agua externa penetrase dentro del submarino. Al menos en teoría.
En otoño de 1944, el joven capitán Karl-Adolf Schlitt recibía bajo su mando el U-1206 con la misión de desplazarse al mar del Norte para cazar convoyes aliados. El 14 de abril de 1945, a menos de un mes de la capitulación de la Alemania nazi, su submarino sufrió una avería en el sistema de carga de las baterías, por lo que Schlitt decidió sumergirse a unos 70 metros y así no someterse a riesgo de ser encontrado mientras se remediaba la rotura. La tripulación había recibido un tiempo de descanso extra.
Desafortunadamente para todos, mientras la nave se adentraba en las profundidades y el comandante permanecía en la sala de máquinas supervisando la reparación, el ingeniero especialista se encontraba en el compartimiento de baño reparando el valioso inodoro. No se sabe con certeza qué fue lo que ocurrió en ese instante, pero la alta presión de las profundidades provocó una potente vía de entrada de agua dentro de la nave (junto a lo que ya nos imaginamos).
Gracias a la rápida reacción del ingeniero jefe, que se encontraba en la sala de control y sintió como la máquina ganaba peso, el sumergible logró regresar a la superficie. Para ello en modo de emergencia se utilizaron todas las reservas de aire comprimido de la nave. La presión del agua bajó y los marines lograron tapar la filtración, pero otro mal estaba al acecho: al llegar a las baterías, el agua salada inició una reacción química que poco a poco inundaba el interior del submarino de gas de cloro.
Ahora, la nave se encontraba a la deriva, cerca de las costas británicas, sin propulsión, ni reservas de aire y con un gas tóxico en su interior. Ante esta desastrosa situación, el capitán ordenó emerger por completo, abandonar el buque y lo hundió. La tripulación pudo llegar a la orilla de Escocia, en donde más tarde fueron rescatados por una corbeta británica.
Con el tiempo esta epopeya se hizo de varias interpretaciones. En una, se asegura que fue el capitán Karl-Adolf Schlitt en persona quien, en su ingenuidad, provocó la penetración del agua mientras satisfacía sus necesidades. En otra, que el submarino fue hundido por aviones aliados cuando emergió de emergencia. Pero ninguna encuentra comprobación documentada.
Sea como fuera, el desafortunado submarino U-1206 quedó en la historia como el 'hundido por un inodoro' y sirvió de lección para las futuras generaciones.