Los recelos de los ciudadanos japoneses son tan fuertes que la demanda por búnkeres nucleares ha crecido considerablemente durante 2017. En comparación con el año pasado, las ventas se multiplicaron por 26.
Dado que solo en 2017 una docena de misiles norcoreanos ha caído en el mar de Japón, cerca de las costas del país nipón, parece lógico que los japoneses se sientan, cuanto menos, preocupados.
Otro hecho que pone de relieve que la demanda de búnkeres en Japón va en aumento es la fructífera expansión en el país asiático de varias compañías especializadas en la construcción de este tipo de edificaciones.
Cada búnker producido por su empresa es tan hermético que una familia puede vivir allí sin temer por su vida durante dos semanas. Estos búnkeres están equipados además con sistemas de aire acondicionado y de limpieza del aire —fabricados en Suiza— cuyos filtros impiden que la radiación y los gases tóxicos penetren en su interior.
La única desventaja de estas fortificaciones es que no cuentan con agua potable ni alimentos, por lo que sus dueños tienen que encargarse de tener siempre reservas disponibles.
El precio de cada uno de estos búnkeres oscila entre los 18 y los 25 millones de yenes —de los 163.000 a los 227.000 de dólares —.
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