Los evolucionistas y naturalistas solían vincular antes estas presuntas diferencias con el hecho de que el homo sapiens ya se hubiera aclimatado a la vida civilizada. La consecuencia era lógica: como el ser humano empezó a utilizar artefactos, la enorme fuerza física dejó de ser necesaria.
Por otro lado, los experimentos que medían la fuerza física de los chimpancés, que fueron llevados a cabo en zoológicos y refugios para animales, mostraron resultados diametralmente opuestos: los primates resultaron ser, en promedio, solo 1,5 veces más fuertes si se establece como equivalencia un kilogramo del peso corporal.
Los científicos calcularon la fuerza en cada una de ellas. Paralelamente, estudiaron cómo están formadas las moléculas de dichos aminoácidos en primates y humanos.
Después de recibir los datos sobre la distribución de fibras de los tres tipos tanto en humanos como en chimpancés, los investigadores calcularon la fuerza total de las extremidades de los dos y luego compararon los resultados.
Los experimentos sacaron a la luz que las diferencias entre las dos especies no eran tan significativas como se consideraba antes. Resulta que los primates solo son 1,35 más fuertes que los humanos y, además, los músculos de sus manos y piernas casi no diferencian de los del homo sapies.
No obstante, la prevalencia de los 'músculos lentos' en los humanos los hace más resistentes. De ahí que nuestra especie sea capaz de recorrer distancias más largas en comparación con los primates.
Umberger concluyó que la evolución hizo que los humanos fueran más resistentes, mientras que en los chimpancés prevaleció la 'fuerza instantánea'. No obstante, todo esto se debe a las condiciones de vida y no hay nada sobrenatural en estas características.