"Yo, Jairo Silveira Magalhães, alcalde de Guanambi, designado por Dios, electo por el voto popular para la gestión de 2017-2020, decreto la entrega de la llave de este municipio a Dios. Declaro que esta ciudad pertenece a Dios y que todos los sectores de la alcaldía estarán bajo la cobertura del 'altísimo'", publicó el jerarca en el Diario Oficial como el primer acto de su gobierno.
En su artículo sobre los derechos fundamentales, la Constitución brasileña determina que "es inviolable la libertad de conciencia y de creencia" y asegura "el libre ejercicio de cultos religiosos", además de "la protección a los lugares de cultos y a sus liturgias". Sin embargo, en su primer decreto gubernamental, el nuevo alcalde canceló "todos los pactos realizados con cualquier otro dios o entidades espirituales".
A pesar de insólita, la iniciativa no es inédita en Brasil. En diciembre pasado, Ilma Grisoste Barbosa, alcaldesa de la ciudad de Sapezal, en el estado de Mato Grosso, al centro oeste del país, publicó un decreto con exactamente las mismas palabras. La entonces alcaldesa dijo a la prensa local que no le gustaba el candidato que la derrotó en las elecciones, por lo que decidió entregarle la ciudad a Dios.