El pasado 2 de marzo Israel celebró elecciones. Eran las terceras en los últimos doce meses. Aunque Netanyahu se proclamó vencedor, el líder de la formación conservadora Likud no disponía de los suficientes votos en el Parlamento unicameral o Knéset para formar gobierno. Ese fue el mismo problema que desató los anteriores comicios frustrados. El presidente israelí, Reuven Ravlin, presionó a Netanyahu y a su máximo rival de centro-izquierda Benny Gantz, del partido Azul-Blanco, para que formaran equipo ministerial.
La audiencia celebrada ese día en la parte ocupada de Jerusalén ha sido un hecho inédito. Es la primera vez en la historia de Israel que se enjuicia a un primer ministro en el ejercicio de sus funciones. Los cargos son bien serios y podrían costarle hasta 10 años de prisión: soborno, fraude y abuso de confianza. En concreto le acusan de ayudar a un amigo en sus negocios, aceptar regalos muy caros de otros y manipular medios de comunicación en su favor durante la campaña electoral.
La Justicia viene persiguiendo a Bibi (como es conocido popularmente) desde hace tres años, cuando empezaron las investigaciones fiscales y policiales. Netanyahu, de 70 años, acusa a los magistrados, a la Policía y a la prensa de izquierdas de orquestar una conspiración contra la derecha y su persona. Mientras no haya sentencia firme, no tendrá que renunciar, puesto que su cargo de primer ministro goza de un blindaje legislativo inusual entre las democracias liberales.
La coalición gubernamental se mantiene con vida gracias a que Gantz ha invocado la presunción de inocencia para no romper un frágil acuerdo de unidad que aspira a conseguir la cuadratura del círculo, uniendo 'palomas' con 'halcones' mediante un pacto de rotación que pocos creen que sea viable y que aguante mucho espacio de tiempo. Gantz había prometido que no pactaría con Netanyahu, pero cambió de opinión. Finalmente, aceptó ser el presidente de la Knéset hasta septiembre de 2021 y sustituir entonces a Netanyahu, quien pasaría a ser ministro. Pero dadas las actuales circunstancias judiciales eso sería imposible ahora, así que Bibi quiere que su aliado le ayude a blindar su futuro inmediato como ministro, algo realmente incómodo para Gantz pues hizo su carrera política precisamente como cruzado anti-corrupción y ahora es considerado un traidor dentro de su propio partido escindido. "No son estos días normales y piden decisiones especiales", dijo Gantz para defenderse a sí mismo.
Para mantener a sus bases y especialmente para contentar a sus simpatizantes más conservadores, incluidos muchos de los 400.000 colonos judíos asentados en Cisjordania, Netanyahu sigue manifestando abiertamente su intención de declarar —este verano, quizás en julio— la soberanía sobre los "asentamientos de Judea y Samaria", es decir, Cisjordania, lo que violaría flagrantemente los Acuerdos de Paz de Oslo y las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU.
Para Naciones Unidas, esos asentamientos, urbanizaciones fuertemente protegidas, carecen de legitimidad alguna. El Consejo de Seguridad lo reiteró por última vez en 2016 en una resolución unánime, a excepción de la abstención de Estados Unidos todavía bajo la Presidencia del demócrata Barack Obama. Esa declaración unilateral de soberanía, esa anexión parcial "podría desatar muchas consecuencias: sanciones de la Unión Europea, duras medidas de Jordania, atentados terroristas…", sostiene Emergui, quien cree que, al final, no llegará la sangre al río. Ya veremos.