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Con historia y sin futuro: la agonía de la izquierda israelí

© REUTERS / Ammar AwadEl líder de Azul y Blanco, Benny Gantz, y el líder de Likud, primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu
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Tres elecciones en once meses han servido para certificar el declive y la agonía de la izquierda israelí, que no representa ninguna esperanza para una ciudadanía volcada hacia el centro y la derecha del escenario político.

Abril de 2019, 6 diputados; septiembre del mismo año, 5 diputados; marzo de 2020, 7 diputados en una coalición de tres partidos, sobre 120 escaños en el Parlamento israelí (Knéset).

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Netanyahu, ¿más cerca de la cárcel que de formar Gobierno?
El histórico "Partido Laborista", aliado con las formaciones "Meretz" y "Gesher", obtuvo menos de la mitad de apoyo popular que la "Lista Unificada", integrada por una coalición de islamistas, comunistas y panarabistas, el partido que dice representar las voces de los ciudadanos árabes de Israel. "La Lista árabe" es el tercer partido político con 15 escaños.

La única esperanza de contribuir a la gobernación del país para los laboristas y sus asociados de izquierda sería que el candidato centrista Benny Gantz consiga edificar una mayoría de gobierno, tras el encargo recibido por el presidente Reuben Rivlin. Gantz, al frente de "Azul y Blanco", obtuvo el apoyo de 61 diputados, por 58 de Netanyahu.

Cuando se habla del laborismo israelí, es menos deprimente referirse a la historia de esta formación que dirigió Israel desde la creación del Estado hasta su primera derrota en las urnas en 1977, para volver más tarde al poder antes de sucumbir a sus divisiones y al empuje de la derecha.

​La historia del partido "HaAvoda" (El Trabajo, en hebreo) es una cadena de triunfos electorales que se truncó definitivamente en 1999. El antiguo Mapai de Ben Gurion y Golda Meir; de Yiatzak Shamir y Shimon Peres más tarde, ha marcado el devenir del país desde su creación. Fue además un ejemplo en Europa de aplicación práctica de un socialismo no marxista que tenía en el kibbutz —comunidad agrícola colectivista creadas por judíos rusos— un polo de atracción para las juventudes europeas que podían pagarse una estancia veraniega en "inmersión" en los años 70 del siglo pasado.

El voto del israel periférico

Precisamente, el diputado laborista Daniel Ben Simon, explica que "los electores consideran que los laboristas han hecho su trabajo histórico y los asuntos que defienden no se corresponden con las aspiraciones de la población". ¿Las inquietudes sociales no sensibilizan a los votantes? En ese campo, hay que constatar que los programas económicos de laboristas y del Likud no son muy divergentes. Reproducen el escenario europeo entre socialdemócratas y conservadores.

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La agonía del Partido Laborista es similar al declive que sufre la socialdemocracia europea, aunque con características propias. Hay un factor común con el resto de "Occidente". La separación entre el centro urbano tecno y chic, y los barrios y regiones más alejadas. El "Israel periférico" que no viste chalecos amarillos, pero que vota a la derecha porque la considera más cerca de sus intereses concretos.

Esos votantes, según los politólogos y sociólogos israelíes, consideran a los laboristas como los herederos de la élite askenazi (judíos procedentes del Centro y Este de Europa) que ha copado las instituciones del Estado durante décadas.

Fue en 1977 cuando el líder derechista Manahem Begin comenzó a atraer a las clases más humildes, entre ellos, los judíos "orientales" (mizrajim y sefardíes), judíos procedentes de países árabes. Expulsados de sus países de origen, es comprensible que sean más renuentes a cualquier tipo de acuerdo con palestinos del interior, o de los territorios bajo la Autoridad del dirigente Mahmud Abás.

El peso de los "soviéticos"

Otro impulso electoral de gran peso para la derecha vino del millón de judíos que abandonaron la Unión Soviética antes y después de su desaparición. Ese sector sigue siendo fiel a la derecha laica que no ha cesado de seducirle. En los barrios alejados de la "StartUp Nation" tecnológica y ultramoderna, los judíos de origen soviético y los sefardíes tienen a Netanyahu como ídolo.

Para el profesor de sociología de la Universidad de Tel Aviv, Nissim Mizrachi, "los sefardíes y los emigrantes más recientes, como los rusófonos, perciben como una amenaza identitaria el discurso de la izquierda liberal que tiende a concebir Israel como un Estado moderno y occidental. Al contrario, el Likud les ofrece la sensación de desarrollar su individualidad y formar parte de la historia de Israel y del pueblo judío".

Benny Gantz y su partido "Azul y Blanco", considerado "de centro", tiene como único fin destronar a Netanyahu; se trata de un voto útil, sustentado más en la aversión al líder del Likud —bajo el que pesan tres acusaciones por corrupción— que en un voto ideológico. Ante esa perspectiva, muchos votantes han olvidado a los laboristas y a una izquierda que defiende valores que consideran ya obsoletos e inofensivos para el jefe de la derecha.

En manos de los árabes-israelíes

A la fuga de votos laboristas hacia Gantz hay que añadir el éxito de la "Lista Unida", formada por árabes-israelíes y los comunistas del histórico Hadash. Los árabes con nacionalidad y pasaporte israelí representan el 20% de la población total del país. El pasado 2 de marzo obtuvieron 15 representantes en la Knéset y son ya el tercer partido de Israel. Hasta ahora no se habían movilizado activamente en una cita electoral.

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Benny Gantz debe contar con la adhesión de todos los diputados centristas y de lo que queda de izquierda para desbancar a Netanyahu. Podría incluso añadir los votos de "Israel Beitenu", la formación nacionalista laica de Avigdor Lieberman, judío nacido en la antigua república soviética de Moldavia.

EL apoyo exterior de La Lista árabe sería indispensable para la investidura de Gantz y la formación de un gobierno de unión nacional. Y es ahí donde Lieberman es decisivo. La detestación a Netanyahu y el temor a celebrar unas cuartas elecciones juegan en favor del general que dirigió la guerra de Gaza en 2014.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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