En un comunicado difundido por el portavoz y director general de Comunicación, Rodrigo Rodríguez-Marchena, el Gobierno dominicano ha explicado que ha sido una "decisión largamente meditada y consultada con amplios sectores políticos y económicos" del país caribeño, "tomando en cuenta principalmente las necesidades, potencialidades y perspectivas de futuro para el pueblo dominicano". En otras palabras, no ha sido una medida adoptada a la ligera.
El sector del turismo —uno de los mayores aportes al Producto Interior Bruto dominicano— se puede ver muy favorecido por esta nueva coyuntura política, teniendo en cuenta que 135 millones de turistas chinos visitan anualmente destinos internacionales y que muchos de ellos lo hacen con un fuerte poder adquisitivo, es decir, gastan mucho dinero cada día que descansan fuera de sus casas.
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Antonio Ciriaco Cruz, director de la Escuela de Economía de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), consideró que el acuerdo bilateral es ventajoso. "La República Dominicana tendrá y puede tener con China un mayor financiamiento para proyectos de infraestructura, proyectos a largo plazo para carreteras, un mayor aporte para la construcción de presas y plantas de energía. Todo esto puede mejorar la competitividad del sector empresarial. Esa es la tendencia de la mayoría de los países de América Latina y el Caribe, donde hay importantes inversiones chinas".
"Nosotros lo que hemos querido estar es del lado de la Historia. No era posible que la República Dominicana siguiera sin tener relaciones con la segunda economía del mundo, que es China", respondió pragmático el presidente Medina cuando aclaró por qué había tomado esa decisión.
China es, efectivamente, la segunda economía global y su base manufacturera y exportadora es líder mundial. Tiene el sistema bancario con más depósitos del mundo, su población es el consumidor con una demanda más creciente de productos y su territorio es tanto el destino como el origen de algunas de las empresas más innovadoras del mundo, en terreno que van desde la inteligencia artificial hasta las ciencias de la salud.
Las autoridades taiwanesas respondieron sin tardanza al anuncio realizado por el ministro de Asuntos Exteriores de China, Wang Yi, y su homólogo de la República Dominicana, Miguel Vargas. Acusaron a Pekín de romper los históricos lazos bilaterales con la promesa de préstamos por más de 3.000 millones de dólares destinados a construir viviendas, carreteras, ferrocarriles y otras infraestructuras.
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Sin embargo, Taipei practica precisamente lo que tanto critica, pues mantiene en esa zona de Latinoamérica la llamada "diplomacia de chequera", según ha admitido el profesor de Comunicación Política de la Universidad Nottingham Trent, Colin Alexander. "Taiwán construyó o financió la mayoría de los edificios gubernamentales en Nicaragua, así como en El Salvador. En Managua, el palacio presidencial (la Casa de los Pueblos) fue financiado por Taiwán", declaró a la BBC Alexander, autor del libro "China y Taiwán en Centroamérica", publicado en 2014.
A esta denuncia taiwanesa se sumó el senador estadounidense por Florida, el ultraconservador Marco Rubio, quien acusó a China de "sobornar" a la República Dominicana y pidió que el Congreso de EEUU contribuya con más esfuerzos a contrarrestar la creciente autoridad de Pekín en Latinoamérica.
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Pekín rechazó de plano estas acusaciones. "El establecimiento de relaciones diplomáticas solo tiene una premisa: que la República Dominicana respete el principio de una sola China", subrayó Hua Chunying, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino. "No hemos cerrado ningún acuerdo y no hay necesidad de ello", enfatizó Hua.
El propio Departamento de Estado norteamericano estimó que el acuerdo recién suscrito "no contribuye a la estabilidad regional".
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Taiwán es un fiel aliado político de la Casa Blanca; su continua pérdida de influencia en América Latina supone un serio revés para los intereses geoestratégicos de Washington en esta región.
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El revolucionario paso dado por la República Dominicana —la mayor economía de Centroamérica y el Caribe— hace presagiar un efecto dominó, es decir, que otros países vecinos como, por ejemplo, El Salvador llamen ahora a las puertas de Pekín. Ya lo hizo Panamá en junio de 2017. Y antes Costa Rica. La tendencia parece imparable.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK