La visita inesperada de Le Pen a Moscú despierta más críticas entre una mayoría de editorialistas de cierta prensa que entre un electorado para el que el diálogo con Rusia no debiera ser un tabú. A pesar de que desde las elecciones en EEUU se insiste sobre la "larga mano" de Moscú; a pesar de que la supuesta influencia de "los medios de propaganda rusa" en la política local es subrayada con una insistencia cercana a la paranoia por esos mismos editorialistas, para los ciudadanos franceses el factor ruso no será uno de los puntos que haga desequilibrar la balanza hacia un lado u otro.
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En el primer debate televisado entre los cinco favoritos, Rusia y la actitud hacia su presidente se convirtió en sujeto de discusión, pero introducido con calzador. En ese primer encuentro televisado entre los cinco favoritos, muchos observadores extranjeros descubrían sorprendidos que tres de los cinco contendientes apostaban por dialogar con el primer mandatario ruso y abogaban por el acercamiento entre los dos países y la colaboración en las iniciativas diplomáticas internacionales.
Ante los gestos de sorpresa e incredulidad del representante del Partido Socialista, Banoit Hamon, el líder del movimiento de izquierda, Francia Insumisa, Jean-Luc Melenchon, sugería revisar el mapa de Europa y se preguntaba si la frontera entre Rusia y Ucrania estaba antes o después de Crimea. "¿Qué se debe aplicar, la decisión de Nikita Jruschov o la de Vladímir Putin? Yo no sé", concluía Melenchon.
Cuando el socialista Hamon se desesperaba ante la idea de retrazar fronteras, Fillon respondió con el ejemplo de Kosovo, cuya independencia —forzada por Estados Unidos— no es reconocida por muchos países en el mundo.
Macron ha encontrado en el asunto Rusia un buen argumento electoral para buscar una diferenciación —por fin— con sus rivales, que le pueda conceder réditos. Presunta "víctima de los medios rusos", el político "ni de izquierdas ni de derechas" dice sorprenderse por "la fascinación deletérea de Fillon, Le Pen y Melenchon por la Rusia de Putin".
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El joven candidato, exministro de economía de François Hollande y visitante obligado de Angela Merkel, es presentado por Le Pen como el candidato del ultraliberalismo, de la globalización, de los Estados Unidos y de la Unión Europea. Acusaciones que hay que encuadrar en la batalla electoral. Pero en los mismo términos que la presidenta del FN coincide el izquierdista Melenchon.
Frente Nacional y La Francia Insumisa tienen en la Unión Europea y en Alemania dos de sus demonios comunes. Para Le Pen, Hollande no es sino el "vice canciller de la provincia Francia". Para Melenchon, "la UE es un potaje nauseabundo cocinado en Alemania". Macron es el único de los cinco candidatos que utiliza la bandera europea en sus mítines y defiende la continuación del liderazgo franco-europeo en Europa.
La crisis francesa, puesta en evidencia en la campaña electoral, ha añadido a Rusia como elemento de disensión y disputa. Crimea y Ucrania dividieron a los actores políticos. Para unos, la actitud rusa en ese conflicto obliga a mantener una papel beligerante ante cualquier iniciativa que venga de Moscú, ya sea la concesión de un pasaporte al actor Gerard Depardieu o la participación de intelectuales o políticos franceses en acontecimientos organizados en Rusia. El boicot europeo no es suficiente.
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Para otros, la Rusia actual es un aliado indispensable estratégico y comercial, además de un ejemplo de defensa de una cultura y unos valores que muchos países europeos han preferido enterrar.
En los peores momentos de la Guerra Fría el diálogo siempre se mantuvo como puente entre mundos ideológicamente opuestos. En el debate político francés algunos parecen interesados en crear una situación mucho más crítica que la que se vivió durante las pasadas décadas.
En ciertos sectores del 'establishment' francés se agita el fantasma ruso para deslegitimar a los partidarios del diálogo con Moscú. Como si las nuevas relaciones internacionales exigieran, imitando al pasado, el seguimiento ciego a un catecismo escrito solo por uno de los protagonistas de la discusión.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
