En Rusia el presidente uruguayo buscó recuperar el tono de los intercambios comerciales, que se han reducido a su tercera parte en los últimos años. Las exportaciones de carne a Rusia, base del comercio uruguayo, se han visto complementadas por las de cítricos, y ahora las autoridades buscan también incrementar la gama de productos que envían a Moscú.
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Sin embargo, en la actual coyuntura geopolítica, la visita de Vázquez debe ser interpretada con una mirada más amplia que la meramente comercial. Hay por lo menos tres aspectos que deberían ser tomados en cuenta.
Lo segundo es que Uruguay insiste en no subordinarse a sus poderosos aliados del Mercosur. Aún está negociando un difícil tratado de libre comercio con China, al que se opone Brasil, y que el país asiático se resiste a firmar ya que podría enajenarle del principal mercado de la región. La mano tendida a Rusia por Vázquez muestra que es posible, y necesario, abrir el abanico de alianzas en un período que tiende hacia el caos geopolítico global. Es posible que las autoridades uruguayas hayan hecho una lectura veloz y adecuada de las consecuencias que conlleva el triunfo de Donald Trump. Algo de eso puede leerse, entrelíneas, en el discurso de Vázquez en Moscú.
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En setiembre pasado el Ministerio de Defensa firmó un tratado con la Federación Rusa que incluye intercambios de equipos, ejercicios conjuntos, capacitación de personal y cooperación en misiones de paz. La firma de un convenio de cooperación técnico militar en octubre de 2002 y la satisfacción de las autoridades militares con la calidad del material ruso han llevado al gobierno uruguayo a renovar y ampliar la cooperación.
Más allá de cómo evolucionen los intercambios comerciales y la cooperación militar, lo cierto es que en sus relaciones internacionales Uruguay busca evitar quedar atrapado en las alianzas tradicionales. Esta diversificación es sentida como una reafirmación ante las limitaciones del Mercosur y, sobre todo, ante el franco retroceso que experimenta la integración regional desde que asumieron los gobiernos de derecha de Michel Temer en Brasil y Mauricio Macri en Argentina.
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