Algunos indicadores así lo atestiguan. La esperanza de vida viene creciendo por debajo de los demás países desarrollados y hoy Estados Unidos se coloca en el lugar 37 en el ranking mundial, por debajo de la mayoría de los países europeos y también detrás de Chile, Cuba y Costa Rica. Países que partían de niveles inferiores al de la proclamada superpotencia, como los de la Europa mediterránea (Portugal, Grecia y España), la superaron porque cuentan con servicios de salud superiores y hábitos de alimentación más sanos.
Ahora el consumo de heroína afecta al cinturón industrial del país, donde han cerrado cientos de fábricas y barrios enteros que han quedado abandonados. Según datos oficiales, todos los sectores sociales registraron descensos en sus ingresos, de hasta el 17% entre los más pobres y del 10% en las clases medias, aunque el 1% más rico sigue concentrando la renta. Una de las consecuencias del empobrecimiento generalizado, es que la mitad de la población de 25 años vive con sus padres porque no pueden independizarse, frente a un 25% en 1999. El peso del sector financiero en el PIB se ha duplicado en cinco décadas.
Pero el dato más estremecedor se relaciona con la salud de los estadounidenses. Un estudio de la Universidad de Princeton, en el que participó el nobel de economía Angus Deaton, asegura que la mortalidad de blancos de mediana edad pertenecientes a la desaparecida clase media, se ha disparado en los últimos 20 años. Medio millón de personas de entre 45 y 54 años murieron por cirrosis, suicidios, alcohol y drogas, una situación inédita que nunca había afectado a grupos demográficos en países desarrollados, con la excepción de la epidemia de sida.
La tasa de mortalidad de la población blanca de ese tramo de edad, viene descendiendo un 2% anual en los principales países desarrollados, pero en Estados Unidos crece medio punto cada año desde 1998. Las causas hay que buscarlas en el deterioro de la salud física y mental de ese grupo de población que se hace visible en el aumento del dolor crónico que afecta a uno de cada tres blancos de clase media, lo que les imposibilita hacer las tareas diarias, caminar, subir escaleras o tener relaciones con amigos.
El desgarro del tejido social que ha provocado la política económica del 1% se está traduciendo en una crisis política que arrastra a las principales institución del país, algo nunca visto en períodos de paz.
La desconfianza, dice, abarca a los grandes medios. "Hay una caída más que nunca en la confianza en los medios de comunicación, que se profundizará aún más", destaca Neelam.
Según el editorial de Global Times de China del 17 de octubre, los principales medios estadounidenses perdieron toda objetividad, ya que "han promocionado fuertemente los comentarios insultantes de Trump contra las mujeres, mientras que solo arañaron la superficie de los escándalos de correos electrónicos de Clinton". El diario comunista asegura que "de los 100 principales diarios del país, 30 dan su apoyo a Clinton y ninguno a Trump. Pero en las dos elecciones anteriores, en 2012 y 2008, el apoyo a los candidatos demócratas y republicanos era de 41:35 y 65:25, respectivamente".
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La crisis social y la política se retroalimentan y todo indica que se va a profundizar en los próximos años. Más allá de quien resulte vencedor el 8 de noviembre, el daño ya está hecho y la crispada campaña electoral no ha hecho más que profundizarlo.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK