Desde que existe el Mundo hay una cosa cierta
unos hacen los muros y otros hacen las puertas.
Carlos Varela
Si bien es cierto que muchos países se apuran a sacar sus pañuelos cuando Estados Unidos se resfría, en México la alarma es todavía mayor: se corre a llamar al neumólogo. Hoy ese refrío pasó a ser una gripe y tiene un nombre: Donald Trump. Y en el teléfono del especialista apenas si se escucha una cordial invitación a dejar el mensaje después del tono.
No hay tiempo para ello. La posibilidad al alza de que el candidato republicano Donald Trump se convierta en el presidente número 45 de los Estados Unidos de América ha impactado ya en la economía azteca por la vía más viralizada y febril para el mexicano de a pie: la devaluación del peso frente al dólar. De continuar el repunte de Trump, el escenario para el peso será cada vez más desolador; de ganar las elecciones, la economía mexicana quizás se enfrente a una coyuntura inédita dada la prédica antiinmigrantes y en contra el libre comercio de un candidato presidencial que porfía en cerrar puertas y levantar muros a su alrededor. Y no es una simple alegoría al famoso muro que insiste en erigir en la frontera común y pasarle la factura a México. Se trata de que está en condiciones de hacer efectivo ese cobro por más que el Gobierno mexicano se oponga a ello.Para no cargarle el coste del muro al contribuyente estadounidense, a Trump le bastaría igualmente con elevar el precio a los aranceles de los productos mexicanos que se venden en el vecino país del norte, principal socio comercial de México, destino del 80% de las exportaciones aztecas. En cualquiera de los casos se estaría hablando de una sangría de miles de millones de dólares a una economía con las defensas bajas y propensa a enfermarse al menor contagio.
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En este contexto de alta morbilidad poco puede hacer el neumólogo más experimentado, menos aun cuando el precio del petróleo, esa panacea para cualquier constipado que afecte a las finanzas patrias, anda por los suelos y el efecto placebo de las reformas estructurales ya dejó de obrar en el imaginario de la inversión financiera. Ni siquiera la medicina homeopática —"lo similar cura lo similar"— tuvo el efecto deseado: traer a Donald Trump a México, tratarlo como un gobernante en funciones, no sólo causó una sensible baja en el gabinete presidencial —el secretario de Hacienda, Luis Videgaray Caso—, sino que la popularidad del presidente Enrique Peña Nieto se devaluó como los precios del hidrocarburo o el peso mexicano frente al dólar.
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Porque vivimos en un mundo de símbolos que afectan nuestras vidas. Y quien lo dude solo tiene que observar cómo esa gripe simbólica llamada Donald Trump tiene un mayor efecto viral en los mercados globales, y en el mexicano de un modo muy privativo, que la neumonía real de la candidata demócrata Hillary Clinton.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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