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EEUU y China se enzarzan en la 'diplomacia de la escalerilla'

© REUTERS / Damir SagoljPresidente Obama arriba a Hangzhou, China para asistir a la cumbre de G20
Presidente Obama arriba a Hangzhou, China para asistir a la cumbre de G20 - Sputnik Mundo
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Una escalerilla de avión, una alfombra roja. La política está llena de detalles como estos, detalles fugaces que pueden pasar desapercibidos para el gran público, pero que definen formidablemente el contexto de una situación dada.

Esta regla quedó confirmada antes de que arrancara la undécima Cumbre del G20, que este año se celebró en la localidad china de Hangzhou del 4 al 5 de septiembre. La principal cuestión que abordaron los jefes del Estado y de Gobierno de las veinte potencias desarrolladas y emergentes del planeta era mejorar el crecimiento económico global. Sin embargo, la agenda de las reuniones quedó solapada por lo que la prensa occidental ya ha denominado como "el desaire de la escalerilla del avión".

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¿Fue realmente un desaire? Veamos. Las cámaras de televisión captaron la llegada del Air Force One, el avión que habitualmente transporta al presidente de Estados Unidos. Se da la circunstancia de que ese viaje es el último que hace Barack Obama a China en calidad de inquilino de la Casa Blanca, pues sus poderes ejecutivos expiran en enero próximo. Por consiguiente, la atención mediática estaba puesta en el imponente y característico Boeing blanco y azul. De ahí que toda la prensa internacional se preguntara muy sorprendida por qué no se le había colocado al Air Force One la tradicional escalera con la alfombra roja de bienvenida y cómo fue posible que Obama descendiera del avión por una sencilla escalerilla metálica. El asunto era tan inédito e increíble que disparó la especulación y sacó a flote la truculenta idea de que Pekín había despreciado al presidente norteamericano, en la recta final de su segundo mandato. Esa posibilidad se antoja un auténtico disparate si se tiene en cuenta la importancia que los chinos otorgan a las cuestiones de protocolo, en general, y a las relaciones diplomáticas con EEUU, en particular.

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¿Qué es lo que ocurrió en realidad? Según los datos contrastados, las autoridades norteamericanas traían su propia escalera de avión. Los chinos se negaron a que la utilizaran pero, a cambio, les proporcionaron una escalerilla propia, como estaban haciendo con el resto de los máximos mandatarios desplazados. La delegación estadounidense se quejó entonces de que el conductor de la escalerilla no hablaba inglés y que no podía seguir las instrucciones del Servicio Secreto, la agencia federal que vigila las espaldas de Obama. China propuso que un traductor se sentara al lado del chófer, pero esa propuesta fue desestimada por los norteamericanos, que insistieron en que no necesitaban la escalerilla que les ofrecían. Eso significa que fue decisión de la Casa Blanca que Obama descendiera por la puerta situada en la panza del avión. La arrogancia o la autosuficiencia de la delegación estadounidense pusieron en evidencia —adrede o no— a los anfitriones ante la opinión mundial. El propio Obama, que interpreta con una sonrisa su papel de 'pato cojo', admitió posteriormente que el dispositivo de seguridad con el que el presidente de EEUU suele viajar al exterior es muy superior al de la mayoría de los líderes de los otros países del G20 y que eso puede resultar excesivo para el país anfitrión.

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​En definitiva, ¿qué ventajas podía obtener China de semejante choque diplomático? Ninguna. Máxime cuando Pekín buscaba que la Cumbre del G20 transcurriera sobre ruedas. No hubo desaire, no, pero sí mucha tensión. Y esa evidente tirantez se visualizó en otro 'detalle' que se produjo justo también en el aeropuerto de Hangzhou. Resulta que los periodistas acreditados en Washington que siguen al presidente esperaban junto al avión a que éste saliera e iniciara la visita oficial. Esa es una vieja costumbre. Pero los chinos, preocupados por la seguridad, también tienen sus propias tradiciones, y no querían que los reporteros fueran tan pegados a Obama. Empezó la discusión. El rifirrafe fue visualmente captado por las redes sociales.

"Este es nuestro avión. Nos quedamos debajo del ala", dijo impertérrita una asesora de la Casa Blanca a un alto funcionario chino.

"¡Este es nuestro país! ¡Este es nuestro aeropuerto!", respondió el funcionario en inglés tras comprobar que sus invitados se negaban a cumplir sus normas de seguridad y no respetaban su soberanía nacional.

​La tradición de facilitar tanto el trabajo a la prensa que sigue los pasos del presidente de EEUU debería haber sido previamente negociada con la parte china para evitar así malentendidos innecesarios y desagradables. Hasta Susan Rice, la consejera de Seguridad Nacional de EEUU, quien por supuesto también estaba en Hangzhou, reconoció que los anfitriones "hicieron cosas que no habíamos previsto". Este segundo suceso concluyó con algún que otro empujón y muchas caras de disgusto.

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El germen de la discordia del G20
Ambos episodios eclipsaron a la propia Cumbre, que todavía sirve de excelente plataforma para estrechar/mejorar las relaciones bilaterales entre las potencias desarrolladas y emergentes. Sin embargo, el G20 ha ido perdiendo fuelle como primer foro para la cooperación internacional porque sus declaraciones finales son demasiado difusas, ya que reflejan las profundas diferencias de intereses que subsisten entre sus miembros. Eso por no hablar de las promesas incumplidas. Aunque no se presentan nuevas medidas decisivas, se aprecian buenos gestos en el comunicado de Hangzhou. Por ejemplo, la importancia capital de la inclusión y de la innovación como instrumentos para que repunte el crecimiento económico a escala global.

En resumen, la 'diplomacia de la escalerilla' ha mostrado en qué estado se encuentran actualmente las relaciones entre la primera superpotencia mundial, por un lado, y su principal competidor, por otro. Cada vez son menos diplomáticas. Florecen los conflictos comerciales, y las disputas políticas basadas en cuestiones territoriales no se apagan. Lo que no está claro es si esta tendencia hacia la hostilidad va a ceder o no en el futuro. Mucho dependerá de quién suceda a Obama el año que viene.


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK

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