Desde hace algún tiempo y con mayor frecuencia en estos últimos años, es normal que deportistas de países pobres o menos desarrollados se nacionalicen y compitan por otros. Los motivos suelen ser diversos: salarios más altos, la oportunidad de estudiar fuera, contar con entrenadores de élite, los malos manejos del deporte en sus países de origen o la oportunidad de competir en unos Juegos Olímpicos. No es, por tanto, de extrañar que, con el nivel de los cubanos, algunos de ellos se sumen a esta lista.
En Río 2016, casi una veintena de nacidos en la isla representó a otras naciones, empezando por el corredor de 110 metros vallas Orlando Ortega, quien compitió por Cuba hasta el año 2013 y en la cita suramericana ganó la medalla de plata corriendo por España, tras llevar un tiempo entrenando y viviendo en la península ibérica.
Mientras, Osmany Juantorena (sobrino del célebre campeón Alberto Juantorena), se agenció la plata olímpica con el combinado de voleibol de Italia, tras caer en la final ante el plantel local.
A estos se suman los bronces conseguidos por Yasmani Copello, en los 400 metros vallas, representando a Turquía, y el del luchador del estilo libre Frank Chamizo en los 65 kilogramos, para Italia.
Algunos de estos deportistas dejaron Cuba hace unos años, pero otros lo hicieron recientemente, en su mayoría para buscar un beneficio económico y conseguir mejores opciones fuera de un país lleno de talentos, pero con condiciones actuales que dejan mucho que desear para el entrenamiento de atletas de alto rendimiento.
Y esto se vio en parte reflejado en el resultado final de la isla en Río, pues, aunque Cuba cumplió la meta de terminar entre los 20 primeros países en la tabla de posiciones al alcanzar el puesto 18 (cinco de oro, dos de plata y cuatro de bronce), dejó un déficit de preseas y resultados como delegación olímpica. Hace cuatro años, en Londres, se sumaron 14 (5-3-6); en Pekín 2008, se lograron 24, pero solo dos títulos (2-11-11).
Siempre podemos ver el vaso medio vacío o medio lleno, por lo que, mientras unos nos comparan con los resultados de otros países subdesarrollados, otros lo ven como una ratificación del mal estado general del deporte cubano.
Lo que no hay dudas es que un país que hizo tanto esfuerzo en desarrollar el deporte hasta alcanzar el estrellato, no merece esto. Si no se hace algo pronto para llegar al 2020 con mejores expectativas y posibilidades reales en muchas disciplinas, seguiremos viviendo la salida de muchas figuras y nos convertiremos en un número más en las estadísticas olímpicas.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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