Los argumentos de quienes pedían el voto para no abandonar la UE nunca se presentaron de forma positiva. Los partidarios de la "independencia" británica también hicieron uso de tesis negativas, pero al menos ofrecieron a los votantes un panorama de los supuestos beneficios que supondría liberarse de su afiliación al club de Bruselas.
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Fue precisamente desde la capital de la UE desde donde se auguraba lo peor para una Europa sin el Reino Unido; nada menos que "la destrucción de la civilización occidental", según el presidente del Consejo Europeo, el polaco Donald Tusk.
Al otro lado del Atlántico, el miedo es el argumento favorito de Donald Trump y, también, de sus enemigos. El candidato republicano, como buen populista moderno, agita el miedo a los inmigrantes, al terrorismo islamista, a cualquier asidero que la actualidad le permita agarrarse para vender su mercancía electoral. Y funciona. No solo ha eliminado a todos sus rivales dentro del Partido Republicano, sino que avanza en los sondeos igualando sus expectativas de voto con la representante del Partido Demócrata, Hillary Clinton.
El problema ante fenómenos políticos como el 'Brexit' o el caso Trump es que sus competidores no consiguen llegar al público con su mensaje de miedo, de miedo a lo desconocido. Las invectivas de Trump hacia las mujeres, los hispanos, especialmente los mexicanos, y el Islam, le acercan a un público medio que lo políticamente correcto había convertido en un ente fantasma. Y ese votante ya no tiene miedo de afirmar su apoyo público a Donald Trump.
Miedo a dar miedo
Los argumentos para luchar contra esa nueva organización política llevaron a sus enemigos a subrayar las consecuencias negativas que un éxito electoral, no ya una victoria, de Podemos supondría para el futuro del país. Como en los casos anteriores, los rivales del nuevo partido político encontraron dificultades para contrarrestar con argumentos no catastrofistas el avance de su rival en las encuestas de opinión.
Pero Podemos también fue consciente de lo que el miedo puede representar como factor político. Habiéndose "vendido" como organización transversal —"ni de izquierda ni de derecha"— en un primer momento, su alianza electoral con Izquierda Unida, con los representantes del comunismo autóctono, les hizo modificar su argumentario.
Podemos jugó esa baza, en oposición a buena parte de su programa y en contradicción flagrante con las declaraciones de todos sus líderes desde que se lanzaran a la política.
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Es la prueba de que hay que adaptarse al teatro electoral. El miedo a dar miedo obliga también a vestirse con un pelaje más adecuado a las circunstancias.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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