“Saludamos el Congreso del Partido”. Un cartelito hecho a mano, no mayor de un folio, a la entrada de una de las sedes municipales, es de las pocas referencias visibles hasta el momento, en un país que solía inundarse con propaganda por mucho menos. La prensa cubana ofrece apenas un reflejo y el único debate se ha trasladado a las redes sociales, ante el desconocimiento o la apatía de buena parte de la población.
Cualquiera pensaría que así tiene que ser, que un evento de ésta índole sólo compete a los miembros de esa organización, pero en Cuba no es así.
En los seis congresos anteriores, comenzando por el primero en 1975, la atmósfera había sido sin dudas mucho más participativa. Para aprobar aquella primera “Plataforma programática” se convocó previamente a toda la población.
El Llamamiento al cuarto congreso, en 1991, aún se recuerda como uno de los momentos de mayor aportación ciudadana, en los propios inicios del tiempo más difícil que nos tocó vivir a muchos, el llamado “periodo especial”.
Hace cinco años, el sexto congreso aprobó el proyecto de los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución, discutido previamente con los militantes y se convocó desde allí a un amplio debate con el resto de la población.
Tal vez precisamente por esta tradición democrática, este séptimo cónclave ha hecho saltar unas cuantas alarmas. La preocupación ha rebasado los núcleos de base y algunos la han expresado públicamente, como el periodista y militante Francisco Rodríguez Cruz, quien tras alertar por diversas vías, publicó en su blog (paquitoeldecuba.com) una carta abierta al primer secretario del PCC, Raúl Castro, pidiendo un aplazamiento del encuentro hasta que se realizara un debate más amplio.
Según Granma, los documentos que se presentarán en este evento “enfocan el país que queremos”. Pero ¿Cuál es realmente el país que queremos? No tiene que ser el mismo de hace un quinquenio. De hecho, ya ha cambiado bastante, así como las circunstancias y el mundo que nos rodea, con un 17D por medio.
Por otro lado, incluso aunque estemos todos de acuerdo con ese proyecto de país que trazan los lineamientos, no tenemos por qué coincidir en las vías y plazos para conseguirlo. Ni siquiera sabemos muchas veces cuáles son estas vías y plazos.
Porque en cinco años, con ese porcentaje de lineamientos cumplidos o en cumplimiento; con un crecimiento turístico y económico de cifras impresionantes, lo cierto es que la gente común sigue teniendo que llenar cada día la mesa de invento y no de salario. Lo cierto es que se corre el riesgo de que se sigan perdiendo los conceptos y las fronteras de lo bueno, lo malo, lo ilícito, lo inmoral, lo decente, lo patriótico… Ese país que se esboza en los lineamientos debe ser un país más próspero para todos, más abierto y democrático también. “Las transformaciones en marcha y por venir para la sociedad cubana necesitan de mucha más discusión, de una participación masiva y ejemplar, de mi Partido al frente, con todos y para el bien de todos”, escribía Paquito el de Cuba, remitiéndose a José Martí, inspiración de la revolución cubana.
Es hora de llevar a la práctica esa frase tan repetida del Maestro, porque el futuro es de todos y no debería decidirse a puertas cerradas.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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