¿Supone Trump una amenaza mundial?

© REUTERS / Dave KaupDonald Trump
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Hacía mucho tiempo que no estaba tan interesante la carrera presidencial hacia la Casa Blanca.

Probablemente desde los comicios de 2000, que enfrentaron a George Bush hijo y a Al Gore, no se veía un final tan incierto. Después de las últimas elecciones primarias en Ohio, Florida, Illinois, Carolina del Norte y Misuri se pueden extraer varias conclusiones, algunas de ellas preocupantes. La primera y la más esencial es que Donald Trump ha metido ya medio pie en la nominación. Tiene 673 delegados asignados, más de la mitad de los necesarios para ganar (1.237) y todavía faltan por disputar 1.061.

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Todo esto ha dejado al Partido Republicano completamente aturdido. El multimillonario de Nueva York arrasó en Florida, tierra natal del senador latino Marco Rubio, quien se retiró humillado de la competición. Al niño mimado del establishment le pudo la ambición. “No está en el plan de Dios que sea presidente en 2016 o quizás nunca”, dijo cariacontecido y rodeado de su familia. Según reconoce su propio biógrafo al diario El Mundo, Rubio “se ocupó más de su futuro político que de hacer su trabajo”. Cometió varios errores y fracasó. Pero no todo está perdido, pues otros presidentes estadounidenses cayeron derrotados en sus primeras carreras. Ahí están los ejemplos de Richard Nixon, Ronald Reagan o Bill Clinton.

Dentro del bando republicano aguantan el senador por Texas, Ted Cruz (411 delegados), y el gobernador por Ohio, John Kasich (143). Normalmente las convenciones nacionales suelen ser un mero trámite veraniego donde sólo se proclama al candidato ganador. Incluso ciertas primarias, como las de Nueva York (19 de abril) o California (7 de junio), no contarían demasiado en el resultado final porque ya se habría superado el umbral matemático. Esta vez es posible que eso no ocurra. Si Trump no alcanzara la cifra mágica de 1.237 delegados, nos introduciríamos en un escenario poco frecuente, una “brokered convention” o convención abierta, donde no se proclama al candidato sino que se le vota. La última vez que pasó algo similar fue en las elecciones de 1952, hace más de 60 años. Y el asunto se puede complicar hasta lo inverosímil. Así, los delegados de la Convención Demócrata de 1924 tuvieron que realizar ¡103 votaciones! hasta conseguir un ganador de consenso.

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El Partido Republicano está tan disgustado y preocupado con Trump que podría preferir un cisma, creando un tercer partido para aglutinar el voto conservador ortodoxo. Eso implicaría una figura de consenso que aún no ha encontrado. Ciertas voces sugirieron que ese papel podría desempeñarlo Paul Ryan, el presidente de la Cámara de Representantes (Cámara baja), pero él no ha aceptado la oferta.

Las divisiones entre los republicanos no son nada nuevas y la Historia nos ofrece antecedentes estupendos de ello. Basta recordar la Convención Nacional Republicana de 1912. Allí se vivió la lucha entre el expresidente Theodore Roosevelt y el presidente William Howard Taft, quien optaba a la reelección. Roosevelt se había distanciado de Taft, a quien había nombrado su sucesor, alegando que estaba haciendo una política demasiado conservadora para él. Taft utilizó el control de la maquinaria del partido para conseguir el número de delegados necesarios, pero el propio Roosevelt promovió la escisión interna y creó el Partido Progresista, con el que compitió por la Casa Blanca. A la postre, ese cisma republicano facilitó la victoria del demócrata Woodrow Wilson, pues fragmentó el voto de los conservadores. ¿No les suena eso?

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Es lógico pensar pues que la arriesgada operación de formar un tercer partido para apartar a Trump del poder provocaría revueltas en las bases. También beneficiaría al contrincante demócrata, probablemente Hillary Clinton, que dispone ya de 1.561 delegados frente a los 800 de Bernie Sanders.

La segunda conclusión que se puede sacar por el momento es que la exsecretaria de Estado se afianza como la favorita entre el Partido Demócrata. Y eso implica forzosamente que se están esfumando las opciones del senador Sanders, el sueño de la clase obrera y más izquierdista.  Latinos y afroamericanos la prefieren más a ella, pero no ocurre lo mismo con los jóvenes y los antisistema, algunos de los cuales ven con simpatía a Trump. El mayor enemigo de Hillary Clinton sigue siendo ella misma. Su falta de empatía le hace un flaco favor.

El efecto Trump no sólo ha desconcertado al aparato republicano sino que también está uniendo a los sectores más progresistas estadounidenses. Más de 20 movimientos abortistas, ecologistas y políticos, como Greenpeace, MoveOn o Pro-Choice, se han movilizado en contra de él. Esa parte de la sociedad civil norteamericana ha firmado una carta abierta que pide a los progresistas unirse contra lo que consideran un peligro, con Clinton a la vanguardia. Ese sentimiento común les ha llevado a coordinar sus esfuerzos con anuncios y tareas de concienciación social. El millonario y ecologista Tom Steyer, por ejemplo, lo tiene muy claro: “Juntos estamos proclamando al mundo que Trump no es de los nuestros. No nos callaremos. No retrocederemos ni le dejaremos los ideales y los principios que atesoran los americanos”. El último reclamo publicitario de Hillary Clinton en español, titulado Valentía, ataca directamente a Trump, y promete mantener juntas las familias de latinos frenando “la deportación de padres”.

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Todo esto, sin embargo, podría volverse en contra de sus promotores, es decir, favorecer el voto de los descontentos y los rebeldes —el caladero natural de Trump-, y activar el electorado conservador que se abstuvo en otras citas con las urnas.

La campaña ha saltado incluso fuera de las fronteras de EEUU. Así, una respetada firma británica de análisis económico y geopolítico pronostica que la Presidencia de Trump supondría un riesgo que podría alterar la economía mundial, provocar el caos político en Estados Unidos y aumentar los peligros en materia de seguridad dentro de su propio país. La Economist Intelligence Unit (EIU) apuesta por el triunfo de Clinton, pero advierte que podría derrotarla “especialmente en el caso de un ataque terrorista en suelo estadounidense o de una repentina crisis económica”. ¿Supone Trump una amenaza global?

Otro análisis necesario pasa por el controvertido papel de los medios de comunicación, sobre todo, de la televisión, hegemónica en el control de la audiencia. Algunos famosos periodistas latinos, como el presentador Jorge Ramos, de la cadena Univisión, se quejan de que los colegas de otras emisoras nacionales –la conservadora Fox particularmente– no han sido lo suficientemente críticos con el mensaje racista de Trump.

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Finalmente, tampoco se puede escapar el inquietante detalle de que los mítines de este populista de 69 años empiezan a transpirar demasiada tensión contenida. Ya ha habido peleas entre el público en algunas localidades, y en Ohio un exaltado intentó subir a la tribuna de oradores y agredirle antes de ser reducido por los hombres del Servicio Secreto.

Se avecinan meses tormentosos…


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK

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