Han pasado 15 años desde que el Gobierno de China decidiera lanzar una estrategia que bautizó como "Salir fuera" (走出去, zouchuqu) para mejorar las relaciones económicas y comerciales con el exterior en aquellas áreas de interés común. La iniciativa ha sido un rotundo éxito y ha hecho posible que la presencia del gigante asiático en América Latina sea considerada ya un hecho normal y corriente.
Los vínculos multilaterales se han profundizado tanto en estos años que ya no le resultó curioso a nadie que el presidente chino acudiera en julio del año pasado, en calidad de destacado invitado, a la cumbre regional de la CELAC celebrada en Brasilia. Es cierto que Xi Jinping se encontraba precisamente esos días en tierras brasileñas, como parte de una visita de Estado, pero su presencia en la reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos no fue nada casual, sino el solemne certificado de que China desempeña un rol esencial en el desarrollo de la economía de esta parte del mundo.
Xi realizó una gira inusualmente intensa por cuatro países latinoamericanos —Brasil, Argentina, Venezuela y Cuba- que fue considerada por la agencia oficial china XInhua como "histórica y trascendental".
Esa fórmula representa las líneas maestras de la política de cooperación China-Latinoamérica, una política que se apoya en un extenso programa de inversiones para las empresas de la región a lo largo de la próxima década. El objetivo es aumentar las inversiones acumuladas hasta los 250.000 millones de dólares en el mismo plazo.
De hecho, los hombres de negocios chinos no se han expandido aún más por la parte central del continente debido al histórico contencioso político-militar que sigue librando China con Taiwán tras la guerra civil librada entre comunistas y nacionalistas hace más de 60 años. La primera considera a la segunda una provincia china más, pero Taiwán todavía mantiene relaciones diplomáticas plenas con una docena de Estados centroamericanos, entre ellos Nicaragua, Panamá, y Honduras.
Por ejemplo, Brasil habría tardado mucho más tiempo en desarrollar un programa de satélites de observación terrestre propio, como el actual proyecto CBERS, suscrito por ambas partes ya en 1988, es decir, bastante antes de que naciera la estrategia "Salir fuera".
Brasil es un buen modelo de esta fuerte alianza, pero también destaca la asociación estratégica integral labrada con el Gobierno de Caracas. Gracias a la ayuda técnica prestada por la Academia China de Tecnología Espacial (CAST, según sus siglas en inglés), los venezolanos pueden presumir ahora de poseer dos satélites y de pensar en un tercero. Algo que no pueden hacer sus vecinos colombianos.
Lo mismo les ocurre a los bolivianos que están viendo cómo recuperan poco a poco la inversión realizada —y los créditos solicitados- para controlar el primer satélite de telecomunicaciones propio, el Túpac Katari, llamado así en honor del líder indígena aimara que se enfrentó a los conquistadores españoles en el siglo XVIII. En muchas ocasiones, la experiencia adquirida por los ingenieros locales vale más que una buena inyección de dinero.
En este contexto de amistad no es extraño pues considerar que Venezuela, Argentina y Cuba se hayan dirigido ya a sus socios chinos para buscar ayuda financiera, dados los serios apuros económicos que atraviesan. Lo que no está claro es hasta qué punto ha respondido China a estas necesidades. Hay informes de que China ha ayudado a Venezuela aplazando pagos de crédito a futuro y ofreciendo nuevos préstamos. Hay indicios de que China está aumentando moderadamente la inversión en Cuba y mandando nuevos capitales a Argentina.
La pregunta del millón es saber cuáles serán las consecuencias que tendrán este cambio de circunstancias en las futuras relaciones. ¿Cómo evolucionarán durante un período en que el crecimiento y la prosperidad de ambos está en riesgo y en que los fuertes intereses económicos mutuos que los unían se están debilitando? ¿Qué sucederá con las relaciones cuando tanto China como Latinoamérica no sigan siendo un fuerte mercado para sus exportaciones recíprocas? Estas dos preguntas se las formulaba en un reciente artículo Peter Hakim, presidente emérito del think tank Diálogo Interamericano, un reconocido centro de análisis de políticas e intercambio de información en el Hemisferio Occidental. Lo más probable, se contestaba el propio Hakim, es que China y Latinoamérica encontrarán "soluciones pragmáticas" porque "tienen una experiencia considerable en trabajar juntos y están ahora mejor equipados que nunca".
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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