Marsella: las sirenas policiales no consiguen dispersar a los criminales con Kaláshnikov

© REUTERS / Philippe LaurensonPolicía en Marsella
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Que una banda de delincuentes humille a los representantes del Estado no es una gran novedad en Francia, pero lo ocurrido en Marsella el lunes 9 de febrero es más que una bofetada.

Individuos armados con Kaláshnikov y protegidos con chalecos antibalas se enfrentaban en el barrio de la Castellane, al norte de la segunda ciudad francesa.

Avisado de los hechos, el jefe de la policía de la ciudad se dirigió a la zona. Creyó que activando la sirena de su automóvil, los delincuentes emprenderían la huida. Se equivocó. Varias ráfagas de AK-47 fueron disparadas en su dirección, sin producir víctimas.

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El ataque armado de este lunes se producía horas antes de que el primer ministro, Manuel Valls, su ministro del Interior, Bernard Cazeneuve y la responsable de Educación, Najat Vallaud-Belkacem aterrizarán en la ciudad para celebrar "la bajada de la delincuencia y la disminución de los hechos delictivos". Los delincuentes le estropearon la fiesta.

La Castellane, un barrio-gueto al norte de la ciudad, con más de 7000 habitantes, es considerado por los clichés periodísticos habituales como el mayor supermercado de drogas de Francia.

Los ajustes de cuentas entre bandas rivales provocaban hasta hace poco una veintena de asesinatos al año, en plena calle ante la mirada aterrorizada de sus habitantes.

Pero la Castellane es solo uno de los más de 40 barrios "difíciles" de la ciudad, que arrastra una imagen de inseguridad que traspasa las fronteras de Francia.

¿Enviar al ejército?

Fue el propio Manuel Valls el que hace dos años, entonces responsable de Interior, dijo que "Marsella estaba enferma de violencia". Pero, aparte las palabras, Valls y su Gobierno aportaron pocos hechos y medidas.

Hoy se vanagloria de la reducción de los actos delictivos y del aumento en la incautación de estupefacientes, pero eso ocupará un segundo plano en los titulares de prensa, ensombrecido el mensaje propagandístico por las balas de una realidad firmada con balas de Kaláshnikov.

Los marselleses llevan años quejándose de la inseguridad y, como en otros países, algunos medios periodísticos e intelectuales les acusan de hacer el juego a la extrema derecha.

Entre los políticos de izquierda que no quieren ocultar la realidad hay una senadora que ocupó hace dos años la actualidad con una propuesta desesperada, pero que refleja el hartazgo de los ciudadanos: enviar al Ejército contra los delincuentes.

Samia Ghali, de origen árabe y, por tanto, menos sospechosa para algunos, lanzó la piedra dialéctica para agitar las aguas y despertar a la realidad a unos responsables políticos que prefieren hacer la vista gorda.

Ghali afirma hoy que esos barrios viven "en estado de guerra " y que las bandas de la Castellane "se entrenan a tiros en la cancha de fútbol del barrio".

Marsella es uno de los principales centros de distribución de droga de Europa, pero eso no es nuevo.

La diferencia con la capital de la antigua capital de la "French Connection" es que los viejos gánsteres, bien organizados y bien relacionados con ciertos caciques políticos locales, han dado paso a individuos muy jóvenes y violentos, atraídos por el dinero fácil y rápido, según los especialistas.

Si un joven de 20 años puede ganar al mes 30.000 euros vendiendo narcóticos; su vecina, ama de casa, 2.000 por almacenar la droga en su apartamento, y un niño de 10 años puede obtener 100 al día por vigilar una esquina del barrio, parece difícil soñar con una redención a través de la escuela o un trabajo subvencionado, pagado a 400 euros al mes.

Médicos apaleados, abogados atracados

Los ajustes de cuentas y los tiroteos son solo una de las manifestaciones de violencia que sufre la ciudad.

Los médicos y enfermeros de los hospitales de ciertos barrios son agredidos a diario; los abogados son las nuevas víctimas de los atracos, los conductores de trenes y autobuses para cada cierto tiempo en respuesta a la violencia que padecen.

La corrupción y el clientelismo político han marcado también a Marsella y a su región a lo largo de su historia.

La mezcla de inseguridad, crisis económica y corrupción política crea un caldo de cultivo excelente para el Frente Nacional de Marine Le Pen, que sigue aumentado sus partidarios en la región.

Importantes figuras de los partidos políticos tradicionales han sido condenados en diversos casos de corrupción, pero muchos otros han escapado a la justicia a pesar de sus acciones delictivas y siguen ocupando puestos políticos de responsabilidad.

El jefe de Gobierno francés pretendía airear en Marsella el éxito de una política policial iniciada hace dos años.

Escenas propias de "western" le han estropeado la operación. Lo que los ciudadanos van a retener son las imágenes de la evacuación de los colegios y guarderías de la zona.


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK

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