"La OTAN no supone una amenaza para Bielorrusia ni incrementa su presencia en la región. Permanecemos atentos, nos limitamos a la defensa y estamos dispuestos a contener cualquier agresión en contra de los aliados de la OTAN. Apoyamos una Bielorrusia soberana e independiente", dijo Stoltenberg en un comunicado.
El 9 de agosto pasado Bielorrusia celebró elecciones presidenciales. De acuerdo con el escrutinio oficial, ganó el mandatario actual Lukashenko con más del 80% de los votos, mientras que su principal rival, Svetlana Tijanóvskaya, reunió un 10% de los apoyos.
Tras el anuncio del escrutinio, la oposición declaró que no lo reconoce y aseveró que Tijanóvskaya en realidad logró entre el 70 y el 80% de los votos. En contra de la victoria de Lukashenko estallaron fuertes manifestaciones que encontraron una represión brutal: los agentes de seguridad recurrieron a gas lacrimógeno, balas de goma, cañones de agua, granadas aturdidoras e incluso fusiles con acción de bombeo.
Según el Ministerio del Interior, en los primeros días de las protestas centenares de personas sufrieron heridas, incluidos más de 120 agentes del orden público, un manifestante falleció y más de 6.700 personas fueron detenidas.
Lukashenko sostiene que la situación en Bielorrusia se debe a una "injerencia externa" que sigue las pautas de "revoluciones de colores". El 15 de agosto Lukashenko afirmó que acordó con el presidente ruso, Vladímir Putin, que Rusia ayudará a Bielorrusia a garantizar su seguridad si Minsk se lo pide, incluido en el marco de la cooperación entre los dos países dentro de la Organización del Tratado de la Seguridad Colectiva. Putin confirmó el 16 de agosto su disposición de proporcionar la asistencia necesaria.