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Guerra contra la memoria: la Europa liberada por el Ejército Rojo lucha contra sus monumentos

© Sputnik / Acceder al contenido multimediaKonstantín Rokossovski, mariscal soviético
Konstantín Rokossovski, mariscal soviético - Sputnik Mundo
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El 30 de junio, un grupo de desconocidos robó el monumento al mariscal de la Unión Soviética y Polonia Konstantín Rokossovski. La estatua se ubicaba en un cementerio en la ciudad polaca de Legnica. Los delincuentes desfiguraron el monumento y no es la primera vez que en Europa profanan la memoria de los militares de la URSS.

Tras la desaparición del monumento a Konstantín Rokossovski en Legnica, el vicealcalde de la ciudad, Krzysztof Duszkiewicz, se dirigió a los habitantes de la localidad pidiendo que informaran a las autoridades si sabían algo del paradero del monumento. Luego, en la noche del 30 de julio, la Policía local recibió información de que la estatua estaba en medio de un campo en las cercanías de Legnica.

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Cuando los policías llegaron al escenario, encontraron la estatua de bronce de Rokossovski, pero decapitada. Además, los vándalos robaron la maza del mariscal —parte del monumento—. Es obvio que no lo hicieron para lucrarse, sino por resentimiento hacia el Ejército Rojo y sus héroes. 

Es una tendencia bastante común en algunos países europeos: desmontan o reubican los monumentos a los héroes del Ejército Rojo, a sus soldados y oficiales. En algunos casos, este trabajo es propiciado por las autoridades de los países respectivos. 

De esta manera profanan la memoria de los militares que entregaron sus vidas para liberar Europa del nazismo y lo hacen abiertamente como si fuera un manifiesto. No cabe duda que ellos, entre otras cosas, buscan molestar a Rusia, que guarda y trata de preservar la memoria de sus héroes. Entre los países donde más profanan su memoria se encuentra Polonia.

Triste destino del monumento al mariscal

La estatua al mariscal Konstantín Rokossovski, quien estuvo al mando de las fuerzas soviéticas que liberaron Polonia, fue instalado en la ciudad de Legnica el 4 noviembre de 1987. Cuando el Gobierno comunista cayó tras las revoluciones de 1989, los polacos empezaron un campaña que tenía como objetivo deshacerse del legado soviético y comunista.

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El primer monumento en ser desmontado fue la estatua dedicada al mariscal Iván Kónev, que estaba en la ciudad polaca de Cracovia. El destino de ese monumento fue más afortunado: los rusos lograron evacuarlo a la ciudad de Kírov. 

Sin embargo, la situación con la estatua dedicada al mariscal Rokossovski, quien nació en Varsovia, fue mucho más complicada porque en su país natal la relación hacia su persona es controvertida. Los polacos simplemente olvidan el papel que jugó en la liberación de su nación y lo etiquetan de comunista. 

El 20 de octubre de 1992, los servicios públicos desmantelaron la estatua, la cortaron en partes y casi la fundieron. El monumento de bronce a Rokossovski fue salvado por un coleccionista y fundador del Museo del Ejército Rojo, Michal Sabadach. 

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Él compró la estatua, la restauró y colocó en el jardín de su casa cerca del museo. Durante 27 años, veteranos y los que honran la memoria de los libertadores de Polonia visitaron el lugar cada 9 de mayo para colocar una ofrenda floral al monumento de Rokossovski. Así estas personas recuerdan a los que salvaron su país de los horrores del nazismo.

En diciembre de 2019, el dueño de la estatua decidió transferirla al Estado. El monumento al mariscal Rokossovski fue instalado en un cementerio cerca de las tumbas de los soldados soviéticos que murieron liberando la ciudad de Legnica.

Al lado del monumento a Rokossovski había uno a los soldados soviéticos y polacos, que fue desmantelado en el marco de la campaña de las autoridades polacas encaminada a la demolición de los monumentos al Ejército Rojo. 

El cementerio donde la estatua estaba instalada debía ser vigilada por los guardias, quienes no lograron protegerla. 

Una barbarie

Polonia fue sin duda liberada de la ocupación alemana por el Ejército soviético. Los que lo niegan no reconocen la verdad histórica, declaró en una entrevista con la edición polaca de Sputnik el periodista y analista independiente Stanislaw Remuszko. El entrevistado se mostró en contra de la demolición de memoriales, cementerios y placas conmemorativas dedicados a la Segunda Guerra Mundial. 

"Es la ira, la aversión, el odio hacia Rusia. Pero la verdad es esa. Yo personalmente no tengo una opinión especial respecto al mariscal Rokossovski. Es un monumento a un soldado soviético. Es horrible cuando destruyen monumentos, por no hablar de su decapitación", señaló y añadió que lo que hicieron los delincuentes no es más que una barbarie.

Remuszko no entiende de dónde proviene la aversión y el odio hacia Rusia, que es un país completamente pacífico "por lo menos respecto a Polonia". Subrayó que uno puede no amar a Rusia, pero el entrevistado se preguntó: ¿para qué odiarla? Lamentablemente, este odio se propaga por Polonia, de acuerdo con el entrevistado.

El analista aseveró que pocos polacos comparten su posición en cuanto a Rusia. Explicó que muchos habitantes guardan rencor por las particiones de Polonia del siglo XVIII, así como por otros eventos que sucedieron entre los dos países. Pero, prosiguió, la gente debe tener en cuenta que el mundo está cambiando y el tiempo pasa.

Guerra contra la memoria en Europa

Desde abril de 2016, en Polonia está en vigor la ley que prohíbe la propaganda al comunismo y otros regímenes totalitarios en los nombres de edificios y otras infraestructuras. A partir de 2017, esa misma ley permite demoler los monumentos soviéticos salvo los que están en los cementerios de los soldados.

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El último monumento dedicado a los soldados que liberaron Varsovia fue demolido en octubre de 2018. El número total de monumentos a los soldados soviéticos que deben ser desmantelados es de 229. Los destruyen los organismos públicos de las entidades administrativas polacas.

En abril de 2007, en la capital de Estonia, Tallin, las autoridades ordenaron la demolición del monumento a los soldados soviéticos conocido comúnmente como Soldado de bronce. Las acciones de las autoridades estonias provocaron enfrentamientos feroces entre la Policía, los defensores del monumento y los nacionalistas estonios. 

Como resultado de la presión por parte de los activistas que abogaban por preservar el monumento, este no fue destruido, sino que fue reubicado en el Cementerio Militar de Tallin. Sin embargo, tras la reubicación, el monumento no fue restaurado a su estado inicial. Además, el nuevo lugar se encuentra en una zona de difícil acceso.

En noviembre de 1957, en la ciudad búlgara de Plovdiv, se celebró la ceremonia de inauguración del monumento al soldado soviético que pasó a ser comúnmente conocido como Aliosha. Este se convirtió en el símbolo de la ciudad, pero las autoridades y una parte de la población no estaban contentos con su presencia.  

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El primer intento de demolerlo como símbolo de la ocupación soviética tuvo lugar en 1989, cuando un consejo comunal de la ciudad trató de promover el desmantelamiento de la enorme estatua, pero fracasó. En 1993, el alcalde de Plovdiv ordenó demoler Aliosha. Al final, el Tribunal Supremo de Bulgaria falló que este era un monumento de la Segunda Guerra Mundial y no se podía destruir. Afortunadamente el sentido común prevaleció.

El único país de Europa que evidentemente no puede permitirse profanar la memoria del Ejército Rojo es Alemania. El país teutón protege los monumentos a los soldados soviéticos que liberaron el Viejo Continente de los nazis. En Berlín hay tres grandes monumentos a los soldados soviéticos. El más famoso es el del Parque de Treptow, ubicado en el centro de la capital germana. 

En 2019 las autoridades alemanas invirtieron más de ocho millones de euros en la reconstrucción de ese monumento. Estos son solo algunos de los numerosos ejemplos de la situación en torno a los monumentos soviéticos. Otros países de Europa que deben su existencia a los libertadores del Ejército Rojo deberían hacer lo mismo, pero prefieren anteponer intereses inmediatos a la memoria y a la causa justa.

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