El 8 de enero, el Ejército iraní bombardeó dos bases usadas por militares estadounidenses en Irak en represalia por la muerte del general Qasem Soleimaní, comandante de la Fuerza Quds de la Guardia Revolucionaria de Irán, asesinado una semana antes por EEUU en Bagdad mediante un ataque de precisión.
En la catástrofe murieron 82 iraníes, 63 canadienses, 11 ucranianos, 10 suecos, siete afganos y tres británicos.
El Estado Mayor iraní admitió que el avión ucraniano fue derribado por error humano, después de que un operador de la defensa aérea lo identificara como un supuesto blanco enemigo que se había acercado demasiado a una importante instalación militar.
"Uno de los sistemas de defensa antiaérea fue reubicado lo que afectó la posición geográfica y la orientación del mencionado sistema", revela el nuevo documento oficial dedicado a las circunstancias del accidente.
Se agrega que "debido a un error humano" tras la reubicación del arma no se realizaron los reajustes necesarios ni otros "pasos obligatorios" previstos en semejante situación.
Ello, a su vez, condujo a un error de datos al tiempo de detectar el avión que fue reconocido como un objetivo de procedencia equivocada, lo que junto con un fallo en el intercambio de datos con el centro de mando, provocó el derribo de la aeronave ucraniana, según el informe.