El acuerdo, alcanzado por la mandataria británica, Theresa May, y su homólogo irlandés, Leo Varadkar, responde a la presión de las comunidades norirlandesas desde el asesinato de la periodista Lyra McKee, según reconocen en comunicado conjunto.
El cura que presidió el funeral amonestó a los mandatarios y cabezas de partido reunidos en la catedral de Belfast por su pasividad ante el prolongado vacío de poder en Irlanda del Norte.
"Escuchamos también el inconfundible mensaje lanzado a todos los líderes políticos de que la gente de Irlanda del Norte quiere ver un nuevo impulso hacia el progreso político", admiten May y Varadkar en su comunicado.
El inicio del diálogo entre los principales líderes políticos de Irlanda del Norte está previsto para después de las elecciones municipales del próximo 2 de mayo.
"Hemos acordado un nuevo proceso de conversaciones con la participación de los principales partidos de Irlanda del Norte, junto con los gobiernos británico e irlandés", señala el parte conjunto.
El formato seguirá el guión de negociones previas del proceso de paz irlandés, que abocaron a la ratificación del Acuerdo de Viernes Santo en 1998 y posteriores pactos adicionales.
"Comprendemos la complejidad de las subyacentes inquietudes de todos los partidos y la necesidad de [aportar] renovada confianza, respeto mutuo, generosidad y nuevas ideas para resolver las cuestiones", admiten ambos jefes de Gobierno.
La restauración del poder autonómico en Belfast requiere compromisos de las dos fuerzas mayoritarias en la región: el Partido Unionista Democrático (DUP) y el Sinn Finn.
El reconocimiento legal de la lengua gaélica, la gestión del legado de violencia después de tres décadas de lucha armada, además del más reciente problema del Brexit, sobresalen entre los puntos discordantes de los líderes de las comunidades unionistas probritánica y republicana irlandesa.
