Quien encumbró al ahora presidente estadounidense, Donald Trump, durante las elecciones presidenciales de 2016, ha protagonizado una cruzada euroescéptica por Europa en octubre durante la que ha pretendido fichar a adeptos dentro de su iniciativa antieuropea El Movimiento, que cuenta con el apoyo de partidos como Alternativa para Alemania y el húngaro Fidesz. Ha abogado por reformar Europa y por acercar su modelo territorial al de Estados Unidos.
Premysl Votava, vicepresidente del Partido Nacionalsocialista de Chequia, está de acuerdo con muchas de las premisas de Bannon.
"Creo que se puede estar de acuerdo con él en que la Unión Europea necesita una reforma seria. Es del todo necesaria (…) El último ejemplo ha sido la arrogancia y las amenazas nada halagüeñas del Parlamento Europeo a Hungría", explica el político a Sputnik.
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Recuerda, además, que la Cámara de Diputados del Parlamento de Chequia ha mostrado su apoyo a su vecino, Budapest.
La cruzada de Bannon contra la integración europea queda patente al definirla de "error". Sin embargo, a la vez se ha mostrado partidario de aplicar al Viejo Continente un modelo parecido al de EEUU, el propio de una unión de Estados independientes.
"Me gustaría que en 2030 Europea fuese una comunidad de Estados independientes y soberanos que cooperan entre sí (…) Una integración más profunda es, simplemente, la dirección incorrecta. Tenemos que dar marcha atrás", ha explicado el republicano a Reflex.
Para Votava, las declaraciones de Bannon demuestran "su desconocimiento profundo" de la realidad histórica de Europa. Y es que, a diferencia de Estados Unidos, las culturas entre los distintos países, las lenguas que se hablan y la realidad social que experimenta cada Estado europeo son muy dispares. "Una unión de Estados independientes a imagen y semejanza de Estados Unidos es una ilusión", ha insistido.
"Por eso el presidente Trump vino a Polonia y pronunció un discurso sobre la defensa de la civilización occidental", ha revelado el ultraconservador.
Votava está de acuerdo. Define Visegrád como "el contrapeso, principalmente, a los Estados miembros más viejos de la UE". Ese contrapeso, recuerda, presionó durante la crisis migratoria rechazando las cuotas de refugiados de las que cada país europeo debía encargarse.
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