"A pesar del auge de las fuentes de la energía renovable, las emisiones de dióxido de carbono en Alemania se mantienen intactas desde 2009 a un nivel atemorizante de 750 millones de toneladas anuales", sostiene Mehren en su artículo para el medio alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung.
La producción propia alemana es bastante alta, pero su estructura "es rara desde el punto de vista de la política del clima": un 40% de la electricidad se produce por las centrales de carbón mientras las centrales de gas natural —que emiten tres veces menos CO2— solo producen un 13%.
Uno de los pasos sería priorizar la producción interna del gas natural, "el combustible fósil más limpio que existe", pero también pactar con socios importantes, como Noruega y Rusia. Y mientras con Oslo las relaciones están bien, con Moscú "llegó un periodo de glaciación".
"La empresa estatal rusa Gazprom siempre ha sido un proveedor fiable para los europeos. La cooperación funcionaba incluso cuando los políticos ni hablaban uno con otro", destaca el gerente.
La 'dependencia' que suelen evocar los críticos de las relaciones energéticas con Rusia "es mutua": la UE requiere energía y Rusia necesita ganancias. En este sentido, sería más bien "una asociación basada en intereses, vínculos y responsabilidades" que "una interdependencia".
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Wintershall trabajó con Gazprom durante toda su existencia, y esta cooperación llevó un beneficio mutuo y fortaleció las relaciones entre los sectores empresariales de los dos países, afirma Mehren. Los lazos económicos pueden también contribuir a un entendimiento político.
Wintershall es uno de los participantes del proyecto del gasoducto Nord Stream 2 de Rusia a Alemania. La empresa posee 15,5% de las acciones de la empresa gestora, Nord Stream AG, registrada en Suiza.
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